Sin las bitácoras personales, la blogosfera no tendría sentido. Miles de miembros del colectivo LGTB narran su quehacer diario, sus sentimientos e inquietudes, transmitiendo interesantes experiencias de vida, de las que se puede aprender, opinar o, simplemente, disfrutar. Por eso, en AmbienteG queremos ir destacando las que consideremos más interesantes.
Y que mejor que comenzar con el Diario de la pequeña Ricci, uno de los blogs más leídos de Chueca.com. La pequeña Ricci dice que era muy guapina, pero que la vida no le ha tratado bien (o ella a la vida) y ahora posee una belleza standard.
Asegura también que intenta no escribir sobre sentimientos profundos en su weblog, aunque «para esas cosas las lesbianas somos lo peor, así que no prometo nada». Este blog, que lleva por subtítulo «Cuando te disparan… sangras», lleva en activo desde septiembre de 2004. Son casi tres años de vivencias y divertidas anécdotas a las que merece la pena acercarse. Entre ellas, por ejemplo, lo que le ocurrió con un autoestopista:
Iba yo tan feliz por la carretera costera en el límite entre Vizcaya y Guipuzcoa (que es preciosa) cuando de repente un hombre mayor, me hizo señales para que parase. Había un coche aparcado, así que pensé que se le había jodido el coche y no tenía móvil o algo así, porque el hombre parecía muy nervioso noviendo los brazos para que parase. Como soy una buena chica, pegué un frenazo impresionante y bajé la ventanilla. El hombre me comenzó a hablar en vasco a toda velocidad y yo sólo entendía Mutriku y Deba que son 2 pueblos de a zona. Al final me dijo en castellano que si pasaba por alguno de esos pueblos y le dije que sí, entonces se me montó al coche y comenzó mi tortura.
Al principio me decía a mí misma: «¿Qué coño haces? ¿Acabas de coger a un autoestopista??» Me parecía surrealista y punto pero tras 5 minutos con él en el coche me entró miedo. El hombre tendría más de 70 años pero estoy segura que era uno de los locos del pueblo. No paró de hablar en todo el recorrido. Y cuando digo que no paró de hablar quiero decir que era algo enfermizo. Yo no pude ni abrir la boca y él hablaba y hablaba compulsivamente. Yo pensaba: «Le llevo donde quiera, pero por favor, que se calle, que me deje disfrutar del paisaje»
Se me hicieron eternos los 15 Km que compartimos y pongo a Dios por testigo que no volveré a recoger a ningún autoestopista. Bueno, sólo si es una chica y está buena. Pero sólo con esa excepción.
Interesante excepción… Yo haría lo mismo, pero si fuera en versión masculina.
Sitio oficial | Diario de la pequeña Ricci