Hay películas que te pueden dejar durante largo tiempo, tras su visionado, con los sentimientos al fresco, y eso no es mala cosa. Al contrario, en eso consiste el buen cine, en hacerte salir de la sala, tras ver una historia bien contada, entre otras cosas, sabiendo que lo que has visto lo viviste o podrías haberlo vivido, logrando que te emociones con ello.
‘Beginners’ es una de esas películas y la envidia se hace grande, y el agradecimiento también, a un joven cineasta, Mike Mills, que antes de hacer cine, posiblemente aprendió una magnífica lección como diseñador gráfico: Un comunicador, use el medio que use, es un cuentacuentos, y su función es hacer grande el cuento que cuenta, emocionando a aquel a quien se dirige. Importa poco que queramos señalar su última película como cine gay, pese a que las muchas referencias, incluso históricas, a nuestra comunidad, no son en absoluto baladí y calificar ‘Beginners’, como la mejor película gay en lo que llevamos de año, pero puestos a no reducirla entre los cuatro muros de un subgénero, diría mejor que ‘Beginners’ es una de las mejores películas del 2011. Punto.
El padre del director salió del armario al quedarse viudo, a sus 75 años, dándole una vuelta a tantas cosas en las perspectivas del cineasta. Inspirándose en su propia experiencia, Mills toma a dos actores sensacionales, Christopher Plummer y Ewan McGregor, y les pone el traje de padre e hijo en este emocionante relato intimista, donde el más joven de los dos interpreta al taciturno creativo publicitario que cuenta cada historia de amor pasada como fracaso y cada rostro y cada instante, como puñetero creativo que es, como forma de inspiración.
Su padre quedó viudo, tras 44 años de matrimonio con una excéntrica esposa incapaz de disfrutar de un esposo que se despedía cada vez con un beso despegado de afecto, cuatro años antes de morir de cáncer. Pocos meses después de enviudar, sin embargo, le confiesa a su hijo que es gay, viviendo intensamente los más sinceros años de su vida. Bendita vejez.
Intercalando momentos de su infancia compartidos a solas con su madre, su emocional y constructiva convivencia en los últimos años de su padre, particularmente su enfermedad y muerte y la relación en que se ve envuelto después de la muerte de este, con Anna (Mélanie Laurent) que tampoco viene con muy buen historial crediticio en esto de las relaciones de pareja, ‘Beginners’ es una historia de amor a varias bandas, de un hombre inseguro que no acaba de encontrar el suyo, más que el que le proporciona la pequeña mascota que heredó de su padre, Arthur, el desaliñado Jack Russell terrier, capaz de entender hasta 150 palabras de lo que su nuevo amo le dice, pero que sólo es capaz de replicarle del modo que mejor sabe, con su incondicional afecto.
‘Beginners’ podría parecer a simple vista un dramón de dejar la sala de cine hasta arriba de Kleenex. Y por momentos sin duda lo es. Toda la relación entre el padre y el hijo, especialmente durante los últimos días de vida de este y en el duro y profundamente emocional momento que sucede a su muerte, pueden con el corazón del espectador más recio a soltar lágrima por su franqueza narrativa, esquiva a cualquier manierismo. Y la inutilidad aparente del encantador y guapo Oliver (McGregor) tampoco deja el corazón atrás. Sin embargo, como en la vida misma, ‘Beginners’ respira una inesperada felicidad calmada, que se desprende del hecho de que sus personajes principales acaban alcanzando su sitio de una manera u otra, en un modo vital pegado a la tierra.
Además, ‘Beginners’ da sentido a su título con una conclusión sencillamente extraible. No importa la edad que tengamos o la experiencia que llevemos a nuestras espaldas. Tanto da que nuestra vida sea arriesgadamente fascinante o estrictamente anodina. Constantemente nos ocurren cosas. A veces, tales cosas dan un giro dramático a nuestra existencia. Otras veces, pequeñas circunstancias nos obligan a tomar decisiones que nos hacen abrazar unas consecuencias desechando otras. Para todas ellas, pese a los años y redaños, sin excepción, somos principiantes. Y esa es una de las grandes virtudes de esta vida, su abrumadoramente hermosa capacidad para pillarnos desprevenidos.
Justo anoche fui al cine a verla. Peliculón y lección de vida.
Es una película que te hace reflexionar acerca de que todos tenemos nuestros momentos en la vida y que en el caso, por ejemplo, de salir del armario, nunca es tarde y, al final, tiene sus recompensas hacerlo. Muy buena me parece y sí, no es una de las mejores de cine gay, es una gran película y punto.