El fin de semana pasado se estrenó en España la esperadísima Carol, la película lésbica dirigida por Todd Haynes basada en la novela de Patricia Highsmith y protagonizada por Cate Blanchett y Rooney Mara, sin olvidarnos de la secundaria Sarah Paulson. Tras The Revenant, Mad Max y The Martian, Carol es la película con más nominaciones para los Oscar, pero honestamente, tanto Carol como The Danish Girl merecían contar con alguna más. Desde luego, Cate Blanchett es una seria aspirante a mejor actriz, su magnetismo inunda cada plano en el que aparece y el papel parece hecho a su medida. Hemos visto Carol y os contamos nuestras impresiones. Contiene spoilers.
Carol está ambientada en el Nueva York de los años 50, por lo que nos encontraremos con la preciosa estética que estamos acostumbrados a ver en Mad Men, esos acabados en madera, piedra y metal en contraposición del cutre plástico actual. Y qué decir de los planos, que parecen sacados de la colección de Edward Hopper. No sé si soy la única en pensarlo, pero a Cate Blanchett, con una belleza majestuosa y atemporal – no obstante interpretó a Galadriel por eso mismo – le sienta de maravilla los atuendos de la época y Rooney Mara me recuerda una barbaridad a Audrey Hepburn…es como la oportunidad que tenemos de resarcirnos por La Calumnia, en la que vemos en una tesitura casi amorosa – o amorosa de forma unidireccional – a Audrey y Shirley McLaine.
No obstante, a pesar de la ambientación en otra época, tiene dos rasgos muy distintivos que hacen que esta preciosa historia de amor no pueda verse desde la perspectiva de una película realmente filmada en los años 50: la primera es la condición sexual de Carol Aird y la naturalidad con la que la asume – y en un segundo plano, de Abby Gerhard – y la segunda, en Carol las mujeres no son meros accesorios de los hombres como en el cine rodado en los 50, en Carol hay mujeres fuertes, hay mujeres protagonistas cuya máxima aspiración no sea casarse y ser madre, con sueños y aspiraciones. En el cine se tiende a simplificar los roles de la mujer, por lo que cuando una de ellas tiene ambiciones profesionales, lo más probable es que no pueda conciliarlo con la vida personal. En Carol vemos algo que sucede en la realidad: las mujeres podemos tener aspiraciones, podemos seducir y enamorarnos y los hijos no tienen porqué resentirse.
Carol Aird es lesbiana y no siente ni un ápice de remordimiento o pesar por ello. Se casó en su momento con Harge Aird, no se sabe muy bien porqué y tuvieron una hija a la que adora por encima de todo, pero Carol sabe perfectamente que no está enferma, si bien a veces tiene que tragar con ruedas de molino porque la sociedad de los 50 no está preparada para ello – y a veces la actual tampoco -. Carol es una mujer fuerte y decidida que toma riesgos y asume las consecuencias. Por eso no deja pasar la oportunidad de profundizar en la joven dependienta Therese Belivet, que entra en su vida de forma casual como un soplo de aire fresco. Qué momento más incómodo sentimos a través de Therese cuando Harge aparece en escena como un elefante en una cacharrería por vez primera ante las dos, a gritos y revelando la homosexualidad de Carol. A veces puedes sentir pena por la situación que le ha tocado asumir, estando casado y enamorado de una mujer que no le corresponde, pero la compasión se pasa pronto al ver la manera que tiene de chantajearla a través de su hija y la custodia es deleznable.
Desde el primer cruce de miradas saltan chispas, incluso la propia Therese, que aun no sabe que puede tener esos sentimientos hacia una mujer, lo nota. Algo pasa, algo distinto, algo diferente que las une irremediablemente una y otra vez, aunque intenten escapar. Ante el hastío vital de un matrimonio infeliz y la incertidumbre de un novio al que no amas, un trabajo de mierda y unos sueños imposibles surge el amor como un oasis, no necesitan nada más que ellas mismas. Por eso aunque Carol sabe que no puede porque su marido la va a machacar en el divorcio por su enfermedad, se escapa con ella. Una especie de brindis al sol antes de aceptar recluirse voluntariamente al lado de Harge, de marchitarse con tal de ver crecer a su hija.
Qué duro es despertarse y ver que ese amor que te ha sacudido entera se ha ido. Ver a Therese completamente rota produce un desagradable nudo en la garganta. Pero Therese hace lo único que puede hacer cuando no tienes nada: huir hacia delante y avanzar, centrándose en su carrera y logrando un trabajo en el New York Times.
Las vidas de Carol y Therese divergen…pero la atracción sigue ahí y las ganas de volver a encontrarse crecen con el tiempo y la distancia.
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