En Minority Report, el clásico de Steven Spielberg, inspirado en el relato corto de Philip K. Dick, los crímenes son cosa del pasado gracias a los precognitivos. Tres humanos con especiales facultades premonitorias, que desde un estado de semihibernación y sumergidos en un líquido lechoso, «anuncian» los asesinatos antes de que estos se produzcan, con lo que las patrullas de Precrimen pueden llegar al lugar del suceso antes de que este tenga lugar, atrapar al pre-asesino y sin previo juicio, recluirlo a perpetuidad. Adiós al miedo en las calles. El sistema es perfecto… ¿el sistema es perfecto? En un momento determinado, un importante personaje aunque de breve aparición, se introduce en la historia para desvelar al protagonista que en realidad existe una fisura que en ocasiones se da: el informe de la minoría. Teóricamente el sistema se pone en marcha porque los tres precognitivos coinciden en la visión del crimen, pero en algunas ocasiones, uno de ellos disiente. Cuando ha sido así, el informe se oculta, se anula. Oficialmente no existe. Es más cómodo callar al precog «rebelde» y arrestar al presunto criminal para evitar la desestabilización de un sistema aparentemente perfecto. No hay sangre. Nadie se queja… ¿nadie se queja?
La opinión de las minorías, la existencia en sí de minorías es la incomodidad del paraíso de los sistemas establecidos. Lo ha sido siempre. Las minorías son los baches en las carreteras secundarias, los semáforos en la autopista, las espinas en el pescado. Están donde deben y porque deben, pero han sido y son tradicionalmente bienvenidos a regañadientes. Me atrevo a decir que nosotros somos, ahora mismo, la más puñetera «fisura» en el sistema. Bien por nosotros.
La definición de la perfección para el sistema imperfecto sería que todos fuéramos varones de mediana edad, más tirando a jóvenes, bien parecidos, productivos, innovadores pero dentro de unos límites, padres a ser posible y por supuesto blancos, y fieles a la cita dominical en la Iglesia, devotos del golpe en el pecho público, notorio, pleno de gravedad escénica… las utopías necias son la polla.
Pero la ciencia ficción represiva, recreada por George Orwell, estará siempre enfrentada a una afortunada realidad: la fabulosa diversidad de la especie humana. Y cada vez más, a la sofisticación del pensamiento universal, fomentada más aún en las últimas décadas por la radio, la prensa, la televisión e internet, que han venido enriqueciendo, pese a todos los peros, la perspectiva que las diferentes sociedades tienen sobre sí mismas y sobre su entorno.
Somos humanos, luego somos hombres y mujeres, altos y bajos, agraciados y desapercibidos, blancos, tintos, negros, olivos, mestizos, paticortos, bracilargos, orejudos, peludos, calvos. vulgares, refinados, relajados, agresivos, heteros, gays, por definir sólo a unos cuantos… (definiendo una vez más). Y aunque nadie nació con vocación de que su vida tuviera menos valor que la de otros, sin embargo, por el lugar de nacimiento, estatus social familiar o equilibrio en las facciones, unos nacen con las perspectivas más en llano que otros que tuvieron la suerte de nacer al sur del Ecuador y con sangre indígena o simplemente mujeres y pobres, por poner un par de ejemplos. En ocasiones, los «malnacidos» para el sistema dominante, consiguieron hacerse una piña primero, para luchar luego por los mismos derechos que los más regalados trajeron puestos, por esa dominación del sistema recogido entre fajas. La lucha, tras mucho tiempo. consiguió dar sus frutos. Asi las mujeres lograron votar, crear sus propias empresas, liderar gobiernos, viajar de un lado a otro sin el permiso firmado de sus esposos. Los negros lograron, tras siglos de ser considerados menos que humanos, humillados a labores propias de bestias y considerados bufonescas aproximaciones al hombre blanco, que empezasen a universalizarse verdaderamente sus derechos ya muy, muy entrado el siglo XX. Qué asco y qué vergüenza.
Si hace apenas cinco años, y digo bien, nos hubiesen contado que nosotros: lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, íbamos a ser centro de fundamentales discusiones en parlamentos, mítines electorales y foros de derechos humanos a lo ancho de todo el Planeta, y que la realidad de nuestra equiparación legal a todos los efectos iba a extenderse como la pólvora e iba a ser motivo de victorias electorales, tambaleo de partidos y demostraciones pseudocristianas multitudinarias, habríamos creído que estábamos ante los delirios de una vieja reina borracha, pero lo cierto es que la ascensión ha sido así de rápida, y el sistema perfecto se ha cagado de miedo, porque el ganglio de la decencia se les inflamó más allá de lo inesperado. Esa es la razón por la que se intenta frenar lo irrefrenable: que la Tierra es redonda… perdón, que las minorías no pueden ser silenciadas por el hecho de ser minoritarias. Que al ser humano no se le almidona, se le libera. Que estamos condenados a avanzar, a respetar al otro, a aceptar la naturaleza, los modales, las costumbres y los naturales deseos de cada uno, porque el pisoteo de los instintos y los derechos adquiridos en el momento de nacer, sólo provocan tumores que acaban pudriendo a la sociedad de un modo u otro.
Un sistema inamovible es un sistema caduco siempre. Un sistema intolerante debe ser dinamitado desde dentro. Desde la razón, pero también desde la lucha, y en cuanto se encuentren resquicios, desde la integración y la reeducación de los intolerantes por ignorancia o miedo. Y paciencia con aquellos que se nieguen aceptar que no se rigen por la razón. La gravilla acaba siendo arrastrada hasta el último grano cuando suba la marea.
Y ya que empecé con una cita cinematográfica, me váis a permitir que acabe con otra, que se la pido prestada a Nemo, editor de Dos Manzanas.
En uno de sus artículos, cita parte del emocionante discurso de Spencer Tracy al final de «Adivina quien viene esta noche.» En esta su última película, Tracy interpreta al padre de una chica que decide presentar por sorpresa a sus padres, a su futuro esposo, negro, interpretado por Sidney Poitier.
Pese a las iniciales reticencias racistas del personaje, al final, la lógica de una genuina moral, las palabras de una liberal esposa (Katharine Hepburn) y la evidente felicidad de su hija con su prometido, obran el milagro. Sus palabras entonces nos valen tanto ahora a nosotros, como a los negros y a la sociedad blanca cuando su no poco polémico estreno en 1967:
«“En cuanto a los problemas a los que tendréis que hacer frente, (…) estoy seguro de que sabéis bien lo que os espera. Habrá 100 millones de personas en este país que se escandalizarán, se horrorizarán y se sentirán ofendidos ante vosotros dos, y vosotros dos tendréis que enfrentaros a eso, quizá todos los días durante el resto de vuestras vidas. Podréis intentar ignorarlos, o podréis sentir pena por ellos, por sus prejuicios y su fanatismo, por su odio ciego y sus estúpidos miedos; pero cuando sea necesario, simplemente deberéis agarraros bien fuerte el uno al otro y decir: ‘¡Que les den, a toda esa gente!’”.
Jo Dan mira que tenias tiempo para reflexionar… Ayer vi en «Redes» una entrevista a un «fabuloso» psicólogo que decía que para ser felices se nos tenían que quitar las opciones y limitar las propias opiniones. Físicamente, seguro que tiene razón, pero como tu muy bien dices precisamente esas son las cosas que nos hacen humanos y no hormigas. Tenemos que luchar contra el «borreguismo» y encontrar la belleza de «lo diferente». Que es más complicado vivir, SI, pero mola mucho más.
No se me ocurre que decir mas que ¡¡GENIAL!!.
@ Sonia. Como siempre, gracias guapa!!. ya te piropearé más en privado, jeje
@ Moimax. No sé si ese comentario estuvo dentro de algún contexto y dió a soltar eso, pero a priori, viniendo de un profesional de la psicología; suena de lo más desacertado. Me parece que reducirnos a «lo esencial», nos llevaría a preguntar… y qué es lo esencial y según para qué?… y qué se hace con aquello que no es esencial pero nos afecta igual?… Por desterrar cosas sin importancia, las camuflamos a menudo y acaban jodiéndonos tarde o temprano. Las minucias son pequeñas sólo en el tamaño, pero pueden hacer mucha pupa o por el contrario pueden acabar dando el giro positivo a nuestras vidas que no sabíamos que pudiera estar tan escondido.
Dan, hace mucho que no os dejo ningún comentario. Pero esta «peazo» entrada me ha encantado. Creo que con lo que ha dicho Sonia se resume perfectamente: Genial 😉
Hey REM!, gracias por seguir por aquí 😉
Lo cierto es que a veces me pregunto que habrá sido de aquellos lectores que por temporadas hacían funcionar este blog con sus comentarios y en un momento dado pasaron a ser espectadores. Espero que todo vaya bien contigo, nenito 🙂
Jejeje. Gracias Dan! No sé si por pereza o falta de tiempo, hay temporadas que nos quedamos a la sombra… pero nos escribes un post como este y no podemos aguantar callados! 😉
Un abrazo muy fuerte!!