En la primera mitad de los noventa un joven negro, ‘fresco’, divertido y caradura puso patas arriba el hogar de su tío en la exclusiva Bel Air y los hogares de medio mundo. Se hizo popular, pero fue encasillado en un cliché que pasó a ser árbol tapando el bosque de ‘Seis grados de separación’, donde tuvo su primer papel importante en el cine haciendo de Paul, la pieza esencial del riquísimo puzzle adaptado de la obra teatral de John Guare ‘Six degrees of separation’, que estuvo a esto de ganar el Premio Pulitzer en 1991.
No estuvo sólo. Ian McKellen fue secundario en un nutrido reparto donde le acompañaron en cabecera de cartel Donald Sutherland y una de las actrices más grandes que hayan conocido el celuloide y las tablas americanas de los últimos cuarenta años, sin el eco, sin embargo, merecido, Stockard Channing, la otra pieza angular de este fascinante puzzle humano.
Ouisa (Stockard Channing) y Flan Kittredge (Donald Sutherland), son una distinguida pareja de marchantes de arte en en la exclusiva Quinta Avenida neoyorkina, que en la noche en que intentarán vender un Cézanne al coleccionista Geoffrey Miller (Ian McKellen), reciben una visita inesperada, la de Paul (Will Smith), un encantador e ilustrado joven, compañero y amigo de sus hijos, que les descubre durante la velada en que asombra a sus anfitriones con sus asombrosas habilidades culinarias y su versátil sabiduría, que es hijo del mismísimo Sidney Poitier.
Los Kittredge invitan a Paul a quedarse en casa esa noche al encontrarse el joven con dificultades hasta el día siguiente, para encontrarlo por la mañana en la cama… con otro hombre.
Paul, en realidad no es Paul. Nadie sabe su nombre. Ni siquiera, aparentemente, él mismo. Paul o quién sea ni siquiera conoce a los hijos de los Kittredge ni por supuesto es hijo de Sidney Poitier. Paul viene de nadie sabe dónde, para seducir a Trent Conway (Anthony Michael Hall), que a cambio de un amor que nunca le llega, le regalará a su deseado chico de la calle, datos, direcciones, nombres, ansiedades y penurias de algunas de las familias más ricas de las ciudad, a la que engatusará sin un propósito del todo definido, y acabará con la virginidad de un aspirante a cualquier cosa, Rick (Eric Thal), que perderá vida y novia, tras conocerlo.
De todos los seducidos, con quien encontrará un vínculo más profundo será Ouisa, a quien afectará tanto el encuentro, que decidirá cambiar de vida, mientras que la de Paul se pierde en algún lugar o momento que nadie, aparentemente, alcanza a conocer con seguridad.
Basada en una historia real, la de David Hampton, que al igual que el Paul de la película y de la obra teatral, fue un joven estafador de la clase alta neoyorkina que se hacía pasar por un ilustrado estudiante de Harvard e hijo del actor Sidney Poitier, fallecido en 2003 víctima del SIDA, ‘Seis grados de separación’, habla, entre otras muchas cosas que bailan entre las complejas líneas de sus brillantes diálogos, del hecho de que nos separa en realidad una poca distancia, no más de seis personas, para vincularnos a cualquier otra, del presidente de Estados Unidos hasta el paria más olvidado del rincón más alejado, en esta tierra, y cómo el personaje más inesperado puede ser el vínculo de muchas de ellas y cómo de profundamente puede este acabar cambiando radicalmente la vida de otros.
Respetando claramente el texto de la obra original en que se basa, su origen teatral no pesa sin embargo en el resultado final, sino que lo engrandece y sirve para que el reparto luzca lo mejor posible en manos de un director como Fred Schepisi, escasamente estimable per se, pero brillantísimo director de actores, algo que se hace evidente aquí. Will Smith demuestra desde temprano, su magnífica versatilidad, nublada en cierta medida por su calidad de superestrella del cine mainstream, y sobre todo, en una portentosa Stockard Channing, multipremiada, que acaba siendo la pieza angular y principal protagonista de este título necesario, que ha tardado lo suyo en aparecer en Gay Cinema.
Parece interesante, no sabía que existia, o al menos no le preste atención. la buscaré.
Po, yo sabía hacía tiempo de ella, pero no me atraía demasiado porque alguien me había chivado que era floja. Sin embargo, después de verla anoche por primera vez, me ha parecido de lo más interesante. El lado gay no es en realidad lo más importante de la historia, pero el ritmo de los diálogos y sobre todo las interpretaciones, son fantásticas 🙂