Desde sus primeros pasos, ‘J. Edgar’ levantó gran expectación por el equipo que estaría detrás de la traslación a la pantalla grande, de la vida, pública y privada, del que fue el hombre más poderoso de los Estados Unidos durante 48 años, John Edgar Hoover, como director del FBI. Para darle vida, Leonardo DiCaprio. Para dirigir a este, Clint Eastwood, y para articular la historia conducida por ambos, Dustin Lance Black escribiendo el guión de la película. Además, un lujoso reparto de campanillas en roles secundarios y la maquinaria de la Gran Industria detrás, eran no pocos elementos para esperar con ansiedad su salida a la luz. A este lado del charco la espera ha terminado y la tentación de verla el fin de semana del estreno, pudo frente a las colas de un público mayoritariamente adulto deseoso de paladear la última entrega del prolífico octogenario Eastwood.
Sin embargo, cuando las expectativas son altas, por mucho que estas puedan quedar en gran medida cubiertas, a menudo la decepción se da, sobre todo cuando los resultados acaban estando lejos de lo esperado, o la historia que te cuentan es muy distinta a la historia que habías pensado que te iban a contar.
(IMPORTANTE: Después del salto hay datos que pueden ser considerados SPOILERS)
‘J. Edgar’ no revela nada. Los amantes del morbo que esperaban ver plasmadas en la pantalla grande las corruptelas y pasiones del personaje, se quedarán desencantados. A los que querían ver narrados por Eastwood varios de los acontecimientos históricos con que se enfrentó Hoover y su implicación o encubrimiento, saldrán del cine con las manos tan vacías como entraron. Sobre sus tribulaciones con la Mafia o su participación por activa o pasiva en los magnicidios que sacudieron a la sociedad estadounidense en los años sesenta, apenas nada se menciona, salvo en forma de velada sugerencia que nace o del temor de los cineastas a dar por hecho algo de lo que no hay constancia física alguna (todos sus archivos personales fueron destruidos por su secretaria inmediatamente después de su muerte), o por el deseo de centrarse en aquello que realmente protagoniza la película: La torturada psicología de un personaje infeliz y encerrado en el pánico de ser él mismo.
No por casualidad, la película, que muestra dos espacios temporales en paralelo, los últimos 10’s y los primeros 20’s del siglo pasado, con un joven Hoover tomando el control del Federal Bureau of Investigation, y los últimos 60’s y primeros 70’s, donde como todopoderoso anciano, gobierna con la tranquilidad de ser prácticamente intocable en su posición (como mínimo tres presidentes, John Kennedy, Lyndon Johnson y Richard Nixon intentaron echarlo sin conseguirlo), le da una enorme importancia a la omnipresencia de su madre Annie (Judi Dench), sobreprotectora y estricta, y determinante en la personalidad de Hoover, el joven y el anciano.
Para los que buscábamos aclarar si el Director del FBI fue o no homosexual, podemos concluir ‘casi que sí’. Sin embargo, si queríamos ver esa homosexualidad reflejada gráficamente en la pantalla, la decepción es grande, porque tal cosa no sucede.
Hoover contrata como ayudante a Clyde Tolson (Armie Hammer), primando su atractivo físico y el hecho de no estar o haber estado relacionado, según sus informes, con mujeres. Los lazos entre ambos hombres se intensifican, hasta el punto de hacerse del todo inseparables. No solo trabajan juntos, sino que van a comer juntos, salen juntos de noche y veranean sin separarse el uno del otro. Sin embargo, en ningún momento se demuestra otra forma de afecto entre ellos que vaya más allá de una caricia en la mano o un beso en la frente.
De hecho, la única muestra de pasión entre ellos comenzará y terminará de un modo indeseado y agresivo.
De entre sus contemporáneos, hubieron todo tipo de opiniones. Desde aquellos que aseguran que no hubo más que una relación puramente laboral entre ellos, hasta los que sentencian como el abogado Roy Cohn, fallecido a causa del SIDA a mediados de los 80, y que fue perseguido por J. Edgar por homosexual y comunista encubierto, que Hoover era gay, pero que estaba tan aterrado acerca de su identidad sexual que jamás fue capaz de vivir una relación sentimental o puramente sexual con ningún otro hombre.
Identidad sexual no revelada, pues, aparte, el film adolece de un guión que juega con una estructura narrativa que lejos de añadirle ritmo, se lo resta. El apego emocional a una narración que parece por momentos una madeja deshilvanada de acontecimientos se hace imposible.
De entre los nombres del reparto, caben destacar cuatro presencias: Naomi Wats que como Helen Gandy, secretaria de Hoover resulta tan periférica que casi podría ser prescindible; Judi Dench, dando presencia, protección y autoridad a su papel de castrante madre; Armie Hammer, que aporta sobre todo, como Clyde Tolson, un adecuado físico de galán de época, pero sus escasos recursos interpretativos se hacen más que evidentes, sobre todo en la parte final, en que resulta del todo increíble tras la (mala) máscara de anciano acompañante de Hoover.
Sin embargo, por encima de todos ellos, Leonardo DiCaprio reina como Hoover. Con maquillaje o sin él, lejos de repetir tics y ademanes de su Howard Hugues scorsesiano, el actor dota a Hoover de vida propia en una interpretación cargada de matices, llegando a emocionar en momentos en que pudo haber caído en el precipicio del ridículo. Al contrario que en el caso de Hammer, un maquillaje creíble se olvida desde un primer plano, ante el despliegue de recursos de un actor en plenitud creativa. En una de las secuencias más delicadas de la película, la única ocasión en que Hoover se viste con ropa de mujer frente al espejo, la de su propia madre después de la muerte de esta, el actor consigue conmovernos sincera y profundamente. DiCaprio es J. Edgar, DiCaprio es la película y sin duda su trabajo acaba imponiéndose a todos los altibajos del combinado Eastwood/Lance Black, limando todos los peros suficientemente como para que estos no logren empañar una encarnación para la Historia.
bueno referente al tema de la homosexualidad, yo no tenia espectativas de nada sobre besos ni superpasion ni una gran historia gay. basicamente xk el mismo clint eastwood ya dijo que eso era algo secundario, que no era una pelicula gay. aun no he visto la pelicula, pero como tmpoco tengo grandes espectaticas, es decir, la veo por curiosidad de ver como es y punto, pues a lo mejor la disfruto mas. de todas maneras, no he mirado mucho los spoilers para no fastidiarme la historia, jeje
gracias por el articulo
Igualmente Dan, pienso que el hecho de que se pueda insinuar su cercanía emocional, y tal vez erótica con otro hombre, sirve al propósito de mostrar que la atracción entre hombres no es cosa de pocos y ocurre en todas las esferas sociales. Creo que para el público es claro que depende de la posición social y política estos temas se manejan más o menos encubiertos.
Si, también en USA ha decepcionado tanto a la crítica como al público y mirad que se ha estrenado en estas fechas de cara a la temporada de nominaciones algo acostumbrado en las últimas pelis de Eastwood pero parece que esta vez solo Leo tiene posibilidades de algún premio. Lástima esperaba mucho de esta cinta.