Ayer ví lo que nunca antes. Colas que daban la vuelta a la manzana esperando a comprar una entrada para ver una película independiente. Carteles de ‘Sold Out’ al mediodía hasta la última sesión de la noche. Por fortuna, un buen amigo mío, prevenido por lo que pudiera pasar, me llamó para decirme que o decía que sí, o la otra entrada que había comprado una semana atrás, se la pondría en la mano al primero que pasase por delante suya, para ir a ver juntos ‘Milk’ si le daba una negativa. Pedí día libre en el curro.
La que para mi gusto es ya la mejor película de este año, y no sólo soy yo quien lo dice, ‘Milk’ es, lejos de lo que pudiera parecer, una vez visto su emocionante trailer, no un film épico sobre un personaje fundamental elevado a la categoría de icono insustituible, sino un relato austero sobre la transfiguración y muerte de un hombre que pudo haber elegido una cama compartida con dos amantes, y un negocio ‘divino’ en pleno corazón de Castro, y eligió, sin embargo, sumergirse de lleno en el compromiso de luchar, frente a una hostilidad extrema, por los derechos de los homosexuales. Qué curioso resulta que 30 años después de los sucesos acaecidos durante sus 11 meses como Supervisor en el Ayuntamiento de San Francisco, estos parecen un reflejo casi idéntico a los momentos que estamos viviendo ahora, Proposición 8 inclusive.
Gus Van Sant, sin renunciar del todo a las maneras que han parido extremadamente hipnóticas muestras del más puro cine independiente norteamericano en los últimos 25 años, como ‘Mala Noche’, ‘Mi Idaho Privado’, ‘Gerry’ o ‘Elephant’, escoge esta vez un modelo narrativo más cercano para contarnos la historia de Harvey Milk, desde su apasionado primer encuentro, morreo incluído, con su amante Scott Smith en el metro de Nueva York hasta su asesinato a manos de su colega político Dan White, en su oficina del City Hall sanfranciscano. Entre medias, su llegada a California, la apertura, con un capital mínimo, de su laboratorio fotográfico, luego convertido en cuartel general de sucesivas campañas y centro neurálgico del entonces incipiente movimiento gay de la ciudad, cuando el Distrito de Castro aún se llamaba Distrito Eureka, sus dos historias de amor, puestas en un segundo plano, por sus ambiciones políticas y por su entrega incondicional a la lucha por los derechos civiles de los homosexuales de California, puestos en riesgo entonces por la Proposición 6, que solicitaba que profesores homosexuales fueran expulsados de sus puestos de trabajo, bajo la excusa de que su identidad sexual ‘pervertía’ a los jóvenes alumnos. Al contrario que en el pasado Noviembre con la Proposición 8, la 6 de hace 30 años, perdió, gracias en gran parte a la incansable campaña capitaneada por Harvey Milk en todo el estado, con el apoyo entonces no sólo del Gobernador Jerry Brown, sino incluso del entonces ex-gobernador y posterior presidente Ronald Reagan.
‘Milk’ tiene ecos del cine político de los años 70. Es un mosaico vibrante de personajes, casi todos ellos masculinos, en donde ninguno de los actores que ilustran el irreprochable casting quedan ni un sólo escalón por debajo del otro.
Diego Luna padece el desamor de un Milk en pleno proceso de compromiso con otras opciones, situando al personaje al borde de un precipio afectivo que culmina con uno de los momentos más dramáticos de la película, Emile Hirsch presta su manierismo con brillantez, confirmándonos que lo de ‘Hacia tierras salvajes’ no fue un recital interpretativo casual, James Franco aporta candidez, encantador sex appeal y sentido del humor a Scott Smith y un fabuloso Josh Brolin, recuerda al mejor Brando en una interpretación cargada de matices y cero excesos, dando vida al ‘maldito’ Dan White, verdadero gran perdedor, en cualquier sentido, de la historia que nos narra Van Sant. Pero por encima de todos ellos, porque el personaje vertebra la historia y aparece durante prácticamente los 128 minutos que dura la cinta, Sean Penn, como Harvey Milk, sublima la película, regalándonos la mejor interpretación de su carrera, en un personaje diametralmente opuesto al de ‘Mystic River’, por la que ganó el Oscar, galardón que podría obtener de nuevo ahora, y superando con mucho la impresión semicaricaturesca que nos temíamos tras el trailer.
Penn conmueve y nos mueve a creer, como espectadores, como gays, como miembros de una minoría demasiado oprimida ahora, como así fue entonces, aunque no nos persigan en los bares y hagan de nuestra privacidad más circo del que toleramos, que la acción, a la edad que sea (al principio de la película, Harvey Milk dice: ‘Tengo 40 años y no he hecho nada’), cuando aún somos parias de una sociedad que no va a asfaltarnos un camino que tenemos que poner nosotros mismos, es más que esencial. Es imperativa. Es un mensaje diáfano, rotundo, sin espacios muertos para el lucimiento o la recreación del plano tal o del modelazo cual. Eso es como esperar con los brazos cruzados en casa mientras estamos sin empleo, o soñar con ganar la lotería sin comprar un boleto. ‘Milk’ es mucho más que la obra maestra de Gus Van Sant sobre el perfil luchador de un mártir. Es una imprescindible lección de vida.
Waaaa…
Ya la quiero ver!
Aun no esta en cartelera en mi Pais :_(
Saludos,
La describes de tal manera, que haré lo posible por verla.
Aqui nos morimos de ganas de verla, despues de leerte. Gracias, Dan!
Hay que verla sin lugar a ningún género de dudas, nenes (y nena). No salen dos vaqueros guapísimos, pero hay un mensaje intenso y claro, y emocionante, muy emocionante de hecho, que creo que es muy importante para todos, en este tiempo y en cualquier tiempo. Y nos enseña que a pesar del tiempo pasado, pese a lo que creemos, en realidad se ha avanzado muy poquito en nuestros derechos. Sencillamente no os lo perdáis. Es injustificable no verla.
Tenía ganas de verla….pero ahora no sé si podré aguantar!! Genial, dan, como siempre!;)