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No quiero ser Gay

30/07/2007 por Dan

Cary-Grant

A Cary Grant, para muchos el más importante actor de la Historia del Cine (aunque no necesariamente el mejor, pese a ser un fabuloso cómico), uno de los actores fetiche de Alfred Hitchcock, galán de galanes, y el hombre más elegante que jamás hubo sobre una pantalla de cine, le gustaban también los hombres.

Grant estuvo casado en cinco ocasiones a lo largo de su vida, pero se supo también después de su muerte, que mantuvo una larga relación con el actor especializado en westerns Randolph Scott, con el que convivió durante varios años, y que privadamente se presentaba a sí mismo medio en broma, medio en serio, como «La Señora Grant.» Además, Grant tuvo como amantes a otros muy destacados nombres del celuloide, como Marlon Brando o Laurence Olivier, amigos, estos últimos, de romances sonados pero breves.

kalcetin.es

Al parecer, Cary Grant, al igual que Montgomery Clift, por poner otro ejemplo de gay, o bisexual mejor, en la sombra, detestaba su condición sexual. O dicho de otro modo, odiaba amar a los hombres. Y aunque no pudo luchar contra su propia naturaleza, manteniendo relaciones, ve a saber cómo de esporádicas, con otros, sin embargo vivió toda su vida en contra de esa naturaleza insumergible.

Aunque al parecer era de carácter difícil en privado, sin embargo Grant no fue un hombre torturado en el modo en que lo fue Clift, que jamás aceptó su homosexualidad, sumergiéndose en un victimismo extremo que le llevó a una muerte prematura fruto de sus excesos con el alcohol y los antidepresivos. Es triste y no es nada, pero nada sano, luchar contra nosotros mismos.

A menudo no es fácil aceptarnos cómo somos. Somos inconformistas, !o quejicas más bien!, y parece que un porcentaje muy alto de la población de este planeta se pasa medio tiempo echando la culpa a esto a aquello, a lo que hicieron sus madres a lo que les contó el cura, a ser blancos, o a ser negros, o a ser bajitos, o a ser demasiado altos, o a que hace mucho viento o al calor, o al jefe o a lo que sea, de sus propias neuras e infelicidades.

Nos ponemos excusas, en definitiva, para no aceptar, que es nuestro error que nuestra vida está precisamente construída a base de esas madres, ese cura, ese color de piel, esa estatura, ese clima o ese jefe… o esa sexualidad. Y o nos ponemos a ser felices con todo eso y pese a todo eso, en caso, claro, de que interpretemos ese «todo» como una sucesión de «peros» o estamos perdidos.

Muchos no aceptan su sexualidad. Se niegan a reconocer que son lo que son. O lo viven a regañadientes, o lo viven en la sombra soñando que algún día, un tratamiento milagroso les salvará de semejante calvario… quizás. Eso conduce invariablemente a la infelicidad en diferentes grados. Una infelicidad de la que después, aquellos que la padecen, acaban culpando a todas esas circunstancias. O sea:

«No quiero aceptar mi sexualidad porque acabaría con mi familia. No puedo ser gay porque la sociedad es tan cruel aún con nosotros… No puedo ser gay porque estoy tan jodidamente bueno que… ¿vaya desperdicio, no?. Si salgo del armario, ¿qué será de mi vida, de mis amigos?… No quiero ser gay porque joder, ¡¡¡yo no soy maricón!!! No quiero ser gay porque no es ni mucho menos lo que se espera de mí. No quiero ser gay por la incertidumbre… «

Si no te aceptas a tí mismo, tu vida estará en constante desequilibrio hasta el día en que te mueras. Y si crees en algo, mucho más allá aún… posiblemente. La vida no vivida con plenitud, la vida evitada a base de peros, excusas, de «yo viviría así sino fuera porque… » no vale nada, o vale la mitad o un cuarto, y esto se acaba demasiado deprisa y sin avisar como para no disfrutar con plenitud y coraje.

Leí en algún sitio, alguna vez, que la clave del éxito en esta vida está en la Confianza Ciega en uno Mismo, y que a partir de ahí, alcanzar la felicidad SÍ es posible. Esta irá llegando a distintas velocidades a base de pequeños y grandes éxitos, enormes triunfos, pequeñas hermosas alegrías… pero incluso con todo eso, si no confiamos en nosotros mismos, esa felicidad nunca será del todo cierta. Aceptáos nenes, y despreocupáos entonces de lo demás, porque la confianza en uno mismo no se sostiene sin la ciega aceptación de aquello que nos gusta y aquello que no nos gusta de lo que somos. Coraje y suerte.

Archivado en:Cine, Curiosidades, Personajes, Vida sana Etiquetado con:actor, armario, bisexual, Cary Grant, familia, gay, homosexualidad, Marlon Brando, vida

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Comentarios

  1. athomo dice

    30/07/2007 en 09:01

    Cuanta razón y sabiduría desprenden tus palabras.

    Y es que tus palabras lo hace tan fácil todo, que es como realmente tienen que ser las cosas.

    Personalmente opino que o te levantas con las ganas de comerte el mundo o el mundo se te come a ti. Con esto quiero decir que ya esta bien de autoengaños, complacencias, por-si-acasos y demás etc. que no hacen sino frenarnos en nuestro camino de la vida… que no es otro que el de la felicidad.

    Enhorabuena, como siempre, Dan por el artículo.

  2. josu80 dice

    30/07/2007 en 10:19

    ¡¡Vaya artículo, que bueno!!

    De todas maneras el componente cultural y ambiental es fundamental en la creación de la personalidad, y cambiar la misma es lo más complicado a lo que nos enfrentamos en la vida.

    Espero que el artículo sirva de impulso para la superación, a alguno que lo lea y que sufre por su condición.

  3. sonia dice

    30/07/2007 en 12:16

    Es un mensaje muy positivo, que espero ayude a mas de uno y una.

  4. blah dice

    30/07/2007 en 18:28

    Estupendo texto. Supongo que todos en mayor o menor medida hemos caído en alguna cosa de las que aparecen en el mensaje. Hasta que uno no reclame su derecho a vivir en plenitud y crea en ello, poco se puede hacer. Todo esto es consecuencia de los valores y expectativas en los que nos educamos. Por eso darse cuenta de que uno es gay (cuando ya lo tienes claro) es como una sorpresa que hace que tiemble el suelo con todo lo que creíamos o esperábamos y que nos hace reconstruir todo a veces en entornos no tan amigables, por lo que es difícil de encajar para muchos.

    Por cierto, sobre las excusas que has puesto: «No puedo ser gay porque estoy tan jodidamente bueno que… ¿vaya desperdicio, no?» Dile que deje de quejarse, que no va a tener problemas para ligar :-D.

    Sobre lo de la familia, la verdad es que es un tema delicado. Hay gente que tiene a los padres ya mayores y que por eso optan por no confirmarlo, aunque sea una especie de verdad a gritos y hasta los padres conozcan a su pareja. La verdad es que es una situación que me da bastante pena, por los sentimientos de culpabilidad de esos hijos de dar un disgusto y por no poder vivir su vida tan plenamente por esta especie de «autochantaje».

  5. dan dice

    30/07/2007 en 19:02

    @ Athomo: Como dices, hay que ir a comerse el mundo. A menudo hay una impresión constante de que somos tan débiles… cuando también eso es una excusa para no demostrar lo fuertes que somos. Pelear no es fácil, pero es que fácil no hay nada. Levantarnos temprano por la mañana ya cuesta horrores!!, o sea que todo lo demás… Pero cuanto más puñeteros somos, más fuertes nos hacemos y más fácil se nos hace ser aún más fuertes. Es algo progresivo 🙂

  6. dan dice

    30/07/2007 en 19:10

    @ Blah: Has tocado un punto interesante.
    No estoy diciendo exactamente que hala, sin mirar el daño, a veces brutal, que se pueda hacer a los demás, vayamos y soltemos de sopetón a alguien que por una mala educación enquistada pueda sufrir excepcionalmente, por nuestra salida del armario, que somos gays y que o lo toman o lo dejan. Cada cual conoce su propio caso, y hay veces en que es mejor no decir nada según a quienes. Pero que ni siquiera eso sea excusa para no vivir con plenitud. El no proclamar a los cuatro vientos cómo somos no debería impedirnos vivir felices tal cual somos, porque si vivimos infelices, la culpa no es de los otros. Es nuestra.

    A veces se pone como «pero» el no poder hablar del tema para no «vivirnos.» Eso es un error de cada uno. Echar las culpas de corazón pa fuera es un acto de cobardía, y la vida debe ser un acto de rebeldía.

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