Este año, Hollywood está dando palmitas con las orejas. En plena crisis económica, y tras una larguísima huelga de guionistas que trajo de cabeza a demasiada gente y dejó a Hollywood y su corte exhibicionista a media luz, afectando hasta a los fogones del Spago, el verano ha llenado de dinero las arcas de la Industria más novelera del Sur de California. Ya se sabe, en tiempos de crisis, de cualquier crisis, la sed de evasión y de sumergirse en mundos de fantasía que hagan olvidar por un momento los feos campos criaderos de ethanol y los peores de las negaciones crediticias por parte de los ahora acojonados bancos… whatever.
El caso es que Indiana Jones ha vuelto, con más arrugas y más simplón que nunca, gracias lo segundo a la chochez imparable del imperativo George Lucas. Así y todo, el ejercicio de nostalgia ha funcionado, y cualquier pero ha importado un pito. Wall-E nos ha hecho creer que va a ser que sí, que podemos amar a robots, aunque estos sean feos y muy bajitos. Meryl Streep ha vuelto a demostrar por qué con un pie en los 60 sigue siendo la reina indiscutible de Hollywood, dando brincos en la irregular pero deliciosamente campy Mamma Mia!, y Heath Ledger ha reinado sobre todos ellos, más allá de ataduras terrenales, comiéndose con patatas a los morbosísimos Christian Bale y Aaron Eckhart en El Caballero Oscuro.
Pero si hay un señor para el que este año ha sido importante de veras, ese es uno que se revolcó en los infiernos del exceso hasta casi desaperecer de todas las maneras: Robert Downey Jr. Un tipo que probó de todo y se quedó con lo que finalmente le pareció más rentable, más sabroso, más atractivo, más lo que sea. Pasó de Amy Winehouse del celuloide a recuperadísima gran estrella, y si hacemos caso a sus declaraciones, ciertas o en falso, a la heterosexualidad, después de haberse declarado a sí mismo un «bisexual excéntrico«, o algo así… Vaya con Iron Man.
Los señores (y señoras) de gran talento adolecen, si es que en realidad de un defecto se trata, de ser complejos, de hacerse pajas mentales y vivirlas, apurando a veces hasta bailar con el Demonio o sus demonios al borde del precipicio. A veces ese precipicio está construido sobre prejuicios sociales, otras veces son reales y extremadamente peligrosos.
De lo segundo Downey Jr usó y abusó. Atado durante años a la cocaína y la heroína, después de haber sido estrella de comedias juveniles, de cuando estas tenían sustancia en los 80, las que tenían, gracias a los dedos escribanos de John Hugues. El prota de Iron Man fue encarcelado, hospitalizado y maldito en Hollywood hasta que sus hermosos ojos miel acabaron de abrirse e inició un proceso de rehabilitación que culminó a principios de la presente década.
El precipicio social, el de mentiritas es el de su tanteo con las carnes machas. Como el mismo parece haber dicho en alguna ocasión, durante sus veinte «probó a ver qué tal» y le gustó más o menos. Eso es algo que quizás nunca confirmaremos, porque tal vez sus amantes, si hubo más de uno, no le dieron tampoco esa importancia, o porque quizás a un actor de carácter no se le pide lo que a un manchabragas: que sea hetero sin lugar a ningún género de dudas.
«Un montón de mi grupo de amigos creen que soy un bisexual excéntrico, del mismo modo que puedo tener un tentáculo lleno de amoníaco en algún lugar de mi cuerpo. Eso está bien«, – dice él -… No sé puede ser más ambiguo.
Sea lo que sea, que al final poco importa, el actor, casado con la productora Susan Downey y padre de un hijo de 15 años de su anterior matrimonio, jamás ha hecho ascos a interpretar a personajes gays o bisexuales como ya hizo en Kiss Kiss Bang Bang, Black and White, Golpe al sueño americano y la magnífica Jóvenes prodigiosos. Que nunca renuncie a ello cuando cuadre como no renunció a su bisexualidad cuando se le antojó. Se lo agradecemos todos.
Siempre ha sido uno de mis actores favoritos, y de los que por mucho que hayan estado en la cárcel, no le ha faltado trabajo.
¿Entonces es bisexual o no? :’v