Hoy, mientras volvía a casa, me encontré con el fantasma de Kurt Cobain.
Claro que esa fue sólo una primera impresión. Al acercarme algo más fue evidente que el líder de Nirvana debía seguir en un plano distante del mío. No obstante, al cruzarnos, no pude evitar girar la cabeza por un instante. Por su fuerte parecido físico con el icónico cantante y por su desaliñada belleza. Me dí la vuelta a tiempo de no chocarme con un par de negros mal encarados y sucedió que como pasa a veces que voy andando por la calle, se me ocurrió que podría hablaros de algo que quizás comparto sólo yo, aunque francamente no lo creo.
¿Sabéis que el movimiento hippie se inició en gran medida en la ciudad de San Francisco? En el Area de Haight Ashbury concretamente. Pues bien, durante un buen tiempo, frecuenté esa zona de la ciudad muchísimo. Es más, sigue siendo posiblemente mi favorita, por su historia, por la variedad de sus pintorescas tiendas, por la belleza de sus edificios y por la indefinible atracción que siempre me ha producido la estética grunge.
No se porqué con seguridad y quienes compartan conmigo el gusto, quizás tampoco, pero aunque jamás lucí grunge (¡aunque mi estética a menudo bastante informal se asemeje!), los chicos de pelo descuidado, de hermosos ojos claros somnolientos, rotundo ademán de desdén frente a lo establecido y vestimenta desarraigada, en lo más profundo, me han resultado siempre jodidamente sexys. Me pasa con ellos como misteriosamente sucede con tantas cosas. Me seduce extrañamente esa indefinible belleza, y sin embargo jamás me vería (o he visto) manteniendo una relación con alguno de ellos. Sea por puro convencionalismo, o porque no siempre acabamos nuestros días llevándonos a la boca el fruto que deseamos. Me pregunto entonces, si no es simplemente que parte de mí no echa de menos ser como ellos… quién demonios sabe.
Kurt Cobain, frecuentemente Ethan Hawke, los chicos malos de las bandas de Seattle, los jóvenes pintores que no alcanzaron aún el éxito, provenientes del Medio Oeste, con demasiado tiempo dedicado a la pintura y demasiado poco a su aspecto físico son sexys, caray. O al menos a mis ojos, se me hacen sexys.
En ocasiones prefiero no imaginar como estarán de limpios o sucios más allá de su primera capa de ropa, pero me llevaría uno a casa y lo haría feliz, o me perdería con él haciendo dedo en la autopista hasta Seattle… si estuviera algo más loco.
¿De dónde proviene esa atracción? A saber. A lo mejor no es erótica. A lo mejor es por la oblicua divinidad que desprenden. Esa estela de libertad pura que acabamos envidiando casi todos. Ese aura de ángeles caidos, de suerte marchita pero de belleza extrema… a saber. Pero me gustan, y quizás esa es para mí la mayor atracción de Haight Ashbury. Quizás por eso me enamoro de Kurt Cobain cada vez que veo su rostro de extrema belleza desvalida.
A mi tambien me pierde Kurt Cobain y más en esa foto.
Supongo que tambien es esa especie de instinto maternal que despiden, que dan ganas de cuidarlos y mimarlos, nos tocan la fibra sensible.
O por esa forma de tomarse la vida con tranquilidad, que aunque anhelamos no podriamos llevarla a cabo mas de tres dias seguidos.
Joder, pues vamos a estar de acuerdo, Sonia. Me inspiran ternura y cierta envidia quizas?… pense que era el unico! A mi Kurt Cobain siempre me ha traido coladito.