Los Chicos de la Fraternidad

Una de las mejores cosas de vivir en una ciudad universitaria en Estados Unidos, es que al salir a correr temprano por las mañanas, acariciado por la brisa de los robles que remansan el aromático skyline del campus, es encontrarte de frente con uno, dos o cinco Frat guys o Frats a secas haciendo el mismo recorrido que tú.

Vas corriendo, con la cabeza emcapuchada soportando la helada que empieza a tomar viento y se te cruza un midwestern guy con su pelo duro cortado al uno, y con un ligero saludo de cabeza, un espontáneo guiño color cobalto y un casi imperceptible ‘good morning‘, agradecible costumbre gringa casi genética de confraternidad con los extraños, se aleja en dirección opuesta abrigado por una sudadera de azul y amarillo universitario. Veinte minutos más tarde vuelves a verlo, mismo ritmo el cabrón, idéntica sonrisa, pero esta vez, el jadeo sólo permite un ahogado ‘Heyp‘, y durante un nanosegundo imaginas sus preciosas bolas rubias golpeándose al compás de muslo a muslo. Qué deliciosa manera de empezar el día.

Los Frats se han convertido, y cada vez más, en un arquetipo de deseo en los Estados Unidos, tanto para chicos como para chicas, confundiéndose con frecuencia sus ‘ideales’ características físicas, con las de otros similares como los All-American Guys o Guys Next Door. Oficialmente, chicos sanos de masculinidad evidente, recién conscientes de su poder físico y espiritual pero que siguen manteniendo una cierta inocencia sobre todo ello. Esto, según un viejo amigo, es su definición teórica, pero no hay definición, por extensa que sea, que hable más claro que las imágenes. Pero las imágenes vendrán al final de la entrada.

Lo que distingue, sin embargo, a estos dos últimos ‘grupos’ de los frats, es que a los frats, a los auténticos, como a los tunos, sólo los encuentras en las Universidades y alrededores. Los frats son los miembros de las conocidas ‘Fraternidades‘ universitarias, residencias de estudiantes, de generalmente no más de 10 miembros, que cuentan con su propia jerarquía y sus propias reglas, que dependiendo de la tradición de cada ciudad y el nivel económico y social de cada una, cuentan con unas reglas más o menos estrictas. Eso sí, todas ellas cuentan con un proceso de ‘reclutamiento‘ que pasa, con excepciones, por una primera fase de cálida acogida, una segunda de pruebas de novato, otra de superación de las pruebas y una última de aceptación e integración total del novato. Lejos de la imagen de ciertas películas, salvo casos burros, las novatadas no pasan de ser bromas de las que ninguno se libró antes, y por supuesto el novato acepta, porque el que entra en una fraternidad sabe lo que se juega. Puedes ser universitario sin necesidad de ser frat. Cada cosa, ya sabéis, tiene su precio.

Los chicos de la fraternidad se caracterizan porque pasan a ser una piña de amigos que se protegen y ayudan en cualquir circunstancia. Para algunos, pasa a ser una segunda familia. Para otros muchos, sin embargo, un lugar donde pasar más años de los esperados, de fiesta en fiesta, flirteando con las chicas de las Sororities, la versión femenina del invento.

Pero vamos a centrarnos en el tipo de fraternidad al que todos nos gustaría tener acceso a través de los ojos del Gran Hermano. Porque nos gusta la carne y los beefy guys, hablemos de los reyes de la jarana de la teta al aire y la chulería del sobrepeso en los bíceps y las pantorrillas anchas. Porque ahí está la diferencia entre un ‘fraternity member’ y un ‘frat’. Un fraternity puede ir todos los días al gimnasio y hacer morir de envidia a cualquiera con sus six packs, pero también un chino geek de monturas de pasta, pegado 12 horas al día a la pantalla del ordenador. Un frat no. Un frat es un tipo enorme, juerguero, berreador, adicto al press de banca, el récord de mamadas y la exhibición de pectorales adoradores de la cera entre las cuatro paredes y los dos pisos de los muros de la fraternidad.

El frat no se censura, se admira, se relame y juguetea, porque es cool, con tías y con tíos jugando al aquí te pillo, incluso aunque creas que no es broma. Para ellos, la fraternidad es un símbolo de unidad, y de diversión, y templo de la locura y el sexo. He oído un montón de historias sobre ellos. La competencia física lleva a pasearse en bola picada, las 24 horas del día por pasillos, cocina y salón de pantalla de plasma, para calentar la vista y perder el miedo a la censura que reina de la puerta de la calle para afuera. Así son estos chicos, y benditos sean por ello, qué cojones.

Y ya, sin más, que he metido demasiado texto para introducir 500 kilos de carne, dos links, a una simulación (o no) cochina de unos ‘fraternales‘ exhibicionistas y, de nuevo, uno de los vídeos más reclamados de la historia de nuestro blog. Gozadlos.

PD. Los del segundo vídeo no son frats, pero lo parecen. Además, quien diga ‘asco‘, miente.