Acabo de llegar de comprarme una pizza congelada en el super que está a dos manzanas más allá. Perfecto remedio para la cena en un día poco inspirado de ideas como hoy. Al pasar por la sección de congelados para llevarme esa de promoción de Newman’s Own, a mi espalda, una reflexión en voz alta: ‘No sé qué llevar esta noche‘. Me doy la vuelta y un policía de no más de 25, de cabello rubio muy corto e intensos ojos azules andaba buscando entre pecocinados algo que compartir con su compañero en el coche patrulla. Le recomendé uno de pasta, pollo y quesos. Me lo agradeció con una sonrisa y yo seguí por mi lado pensando lo bien que estaría que el cop estuviese a media hora del fin de su turno y pudiéramos darnos calor durmiendo juntos esta noche. Al final del pensamiento, giré la cabeza, para comprobar que me seguía con la mirada. Al cruzarse con la mía, miró para el otro lado rápidamente. Luego, en la cola de caja, él dos puestos delante mío, en un descuido perdió la cartera. Al agacharse a recogerla, ví que en su mano izquierda llevaba alianza de casado. Yo, que nunca he sido amigo de empujar a nadie hacia la infidelidad, ví esfumada mi inofensiva fantasía.
Ya me referí hace un tiempo, a que en ocasiones, a los que estamos embarcados en el amor de machos, nos llega una brisa imprevista, y se nos van los ojos por una falda y un par de tetas bien puestas en el cuerpo de una señora. Pero así como a nosotros nos sucede, a los del bando opositor, al menos durante un ratito, mientras miran los congelados, o ven pasar a los peatones mientras aguardan a que su semáforo se ponga en verde piensan por un momento, viendo pasar a aquel estudiante a toda leche sobre el skateboard, que sería genial, en un lugar paralelo, ir agarrados de la cintura del chaval, para planear juntos sobre el asfalto al parque a ponerle caritas a la Luna. Y es que, no os quepa duda, los heteros también entienden. Al menos un poquito.
Luego estuvo aquel con el que me tomaba el café, años ha, el empleado del Banco enfrente a nuestra oficina. Dos jijis, jajas, y aquel tipo de melena corta, labio inferior nacido para sofocar la gula, enormes ojos verdes y tremendo cuerpo de windsurfer, nos hicimos inseparables en el break de las mañanas en la cafetería de la rambla. Casado y aún peleando con su pasado mujeriego me juró (sin yo pedírselo), que su relación con su esposa iría muy en serio, ahogando su merecida fama de cazador de liebres en cualquier temporada. Un día, camino los dos de una terraza cervecera de la playa, junto a un par más tan casados como él, hizo un giro de cabeza que me provocó un respingo, al seguir con los ojos abiertos de par en par, a un moreno no muy alto, pero recio como una roca, de tremendos gemelos y hermosa espalda coronada por un icono solar, increíbles ojos rasgados como navajas de albahaca y cabello rubio quemado por el yodo, enmarcándole la cara. Ninguno de los otros dos casados dijeron ni pío. Yo tampoco. No me hizo falta concluir nada más.
Aquí entiende todo cristo. A veces un rato, a veces más de uno. A veces el entendimiento se roza con el cariño, genera confusiones, provoca celos absurdos, provoca rupturas entre amigos de toda la vida, discusiones sin sentido, miradas aterradas de sostenerse más de 15 segundos. Muchos no entienden lo que entienden. Ni siquiera los que entendemos podemos asegurar del todo que su mirada persistente o aquella manifiesta costumbre de sentarse invariablemente a nuestro lado, buscando con desenfado nuestra rodilla con la suya, no es más que un gesto de empatía imbatible.
En ocasiones, entonces, cuando pensábamos que de entender nada, viene la vida y nos descongestiona las dudas, de un golpe de viento insospechado. Como por ejemplo me sucedió hace unos días.
Mi amigo Joel, eterno peregrino, hetero puñetero de incontenible alegría saltarina, decidió emigrar a otra ciudad muy al Sur. Nos encontramos hace como una semana para despedirnos, haciendo un trazado irregular por Union Square mientras empujaba el cochecito de su bebé, un calco en pequeñajo de él mismo. Hubo un café, hubieron unas risas, una neblina de añoranza puso en solfa nuestro aparente desenfado en la despedida. Al final del paseo descuidado, Joel se agarró a mí en un abrazo más intenso de lo esperado, y más prolongado. Yo lo mantuve y cerré los ojos disfrutando del mimo espontáneo de mi increíble amigo. Antes de concluir el abrazo, acercó su boca a mi oído y me susurró: “Si las circunstancias hubieron sido otras, sólo por estar contigo, me habría quedado“. Firmó la sentencia con un beso en la mejilla, y sin apenas mirarme, con los ojos enrojecidos y los cachetes colorados, se dió la media vuelta, conduciendo el cochecito cuesta abajo, a contracorriente de los turistas, mientras agitaba su mano hacia mí, en gesto de despedida.
Sorprendido pero extrañamente halagado por el valiente destape del guapo nativo de Ventura me dije, que a veces el poquito es tan poquito que ni el gaydar más ufano, y del mío yo presumo, es capaz a veces de enterarse del muy poquito que nuestro amigo nos tenía reservado. El pitido del tranvía despejó la breve reflexión. Joel desapareció multitud abajo.
Hasta el más machote del barrio tiene su minuto de gloria gay…(no?)
Estoy muy de acuerdo, a mi me ha pasado con varios compañeros.
Pues esa última que contaste fue una experiencia de película, wow, es que la vi ante mis ojos, les puse cara y todo. Hasta ahora no he tenido ninguna de esas sorpresas… y creo que me costaría mucho darme cuenta… En fin, no entiendo la foto que grafica la nota. es solo decorativa? está el policía? el papá del niño? el que escribe?…,
Te pasa cada cosa, Dan, hijo mio! Parece que vives dentro del guion de la pelicula que soñamos todos! Porque a mi junto al congelador del Mercadona no se me aparece ningún poli rubio (que por otro lado no me ponen nada)!!
Bueno saber de tus aventuras al otro lado del charco!
Pues hacia mucho q no me volvia a enganchar en tus relatos pero… jeje lo has vuelto ha hacer… primero con lo del policia y mas tarde con los pequeños mpmentos de entendimiento…
Por casualidad hace poco vivi uno de esos con uno de mis mejores amigos y… q sorpresa… la verdad me qde unos dias pensando en ello, y ahora aunq me pregunte el xq de aquel beso, solo puedo pensar en q la amistad es tan grande q salva cualquier complejo, incluyendo el estar en las fiestas regionales con mas de 1000 personas al rededor…
Un post fantástico Dan. Un besote
Jaja, lo cierto es que siempre es un shock cuando pillas a alguien a quien conoces desde hace mucho, ‘resbalando’ de esa forma. Nadie es lo que aparenta. O desde luego, sólo lo es en una pequeña proporción.
Janofran, no me pasan tantas cosas!!!, pero me quedo hasta con lo más insospechado. Va a ser por eso que pongo nervioso a más de uno?
Besos!
Po, se me había pasado, en la foto no aparezco yo. Es una alegoría. Hay alguien que aparece en la foto y también en el artículo bajo cuyo permiso ha sido publicada. Y entre tres personajes de la foto existe una relación particular. En ocasiones, cuando no encuentras una foto más ‘neutra’ que encaje, pues pasan estas cosas. Ahora sí, no me negarás que los tres tipos están para ponerles velas de santo 🙂
Hola Dan,
muy bonito artículo, me ha puesto «la carne de gallina», de veras.
Bsos a todos
Fran
Dan, yo todavía no he probado ese poquito que tienen los heteros de mi barrio!! Jejeje.
Una de las cosas que más me gusta de tus posts son la forma con la que describes a cada tío del que hablas. No hay casi ninguna connotación sexual, pero acabamos todos babeando!!!
(Bueno, y las fotos también me gustan bastante… :D)
Un besoop;)
tienes razón dan, no puedo ni voy a negar que están para ponerles velas de santo… incluso ya tengo mi favorito.
@ Fran-o. Muchas gracias a tí. La mínima aspiración que tengo cuando escribo algo en lo que ‘físicamente’ estoy implicado, es, como poco, hacerlo interesante para vosotros. Si encima te pone la carne de gallina me siento super honrado!! Muchísimas gracias.
@ REM. A veces quisiera ser más explícito!, pero creo que ir a saco mata el morbo en lugar de hacerlo más fuerte. Será por pura costumbre también. A mí, el culo, o el rabo o no sé qué leches, no me dice nada, si no quedo enamorado de la cara. Una mala cara me mata el morbo por completo. Lo que hace que insistas en mirar a un tío en una terraza no es lo que esconde entre las piernas, sino lo que está a la vista. Son las cosas que más recuerdo cuando me siento atraído por alguien. Creo que es algo que nos pasa a una mayoría,. No te parece?
@ Po. Cuál es tu favorito? Venga, suéltalo, que luego ya le contaré que le crecen los fans, jajaja. Yo también lo tengo, por cierto, y es un tipo verdaderamente cojonudo 🙂
@Dan: De acuerdo al 100%. Que se quiten los rabos y los culos, que lo que de verdad nos gusta son los tíos morbosos. Unos labios carnosos, unos brazos fuertes, un cuerpo marcado, una mirada penetrante… eso es lo que nos vuelve locos a todos. O por lo menos a ti y a mí, no?
Y todo ese morbo, consigues plasmarlo de alguna forma en tus palabras!;)
Nunca se puede decir de este agua no beberé y ya se porque te gusta tanto vivir por esas tierras ;D
extremo derecho, me late que coincides conmigo
Jajaja. Hombre, el de la derecha es perfecto. No tiene mal puesto ni un pelo, pero personalmente prefiero al que está al lado. El de la chaqueta. Es uno de los mejores tipos que he conocido últimamente y, créeme, está muy pero que muy bueno, jeje 😉
yo me quedo con el de en medio jeje majete si esos son amigos tuyos, tu tambien debes estar como para poner un altar al santo. A ver cuando te vemos 😉 una vez mas genial articulo!!