Aunque es de sentido común, ya sabéis que a veces es el menos común de los sentidos: las terapias de conversión para dejar de ser homosexual (o eso dicen) son destructivas y sus efectos para la salud mental son devastadores, lo confirma un estudio.
De acuerdo con el estudio, publicado por The Gerontologist, aquellos hombres que han sufrido este tipo de terapias son más proclives a mostrar síntomas de depresión y homofobia. Es más, tienen el doble de probabilidades de tener conductas psicosociales posteriormente. Una bomba de relojería.
En el estudio participaron 1.156 hombres homosexuales, procedentes del estudio Multicenter AIDS Cohort, se realizó entre los años 2016 y 2019. Su franja de edad se encontraba entre los 40 y los 62,6 años, adultos que han tenido que vivir épocas más duras. De ellos, el 14,8% (171 de los encuestados) asegura haber pasado por una terapia de conversión.
Entre las conclusiones del estudio, los autores resumen:
Nuestros análisis apoyan la teoría de que los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres que han ido a terapias de conversión tienen tendrían mayores probabilidades de tener condiciones psicosociales negativas que aquellos que no (que no han pasado por la terapia)
Asimismo, concluyen que «nuestro estudio proporciona información importante sobre los daños potenciales de las terapias de conversión. Estos hallazgos pueden ofrecer solo un vistazo a la magnitud del daño impuesto por estas prácticas.»
Terapias de conversión: métodos y duración
Así, la mayoría de los que han sufrido estas terapias de conversión explican que usaron horribles técnicas de psicoterapia para cambiar su sexualidad. Otros realizaron terapia en grupo y aproximadamente uno de cada tres siguieron terapias de conversión religiosas. Otras terapias que entran en el saco buscan reforzar los roles de género o la terapia de la aversión. Algo menos de un 10% siguió una terapia farmacológica.
La media de edad a la que asistieron a terapias de conversión es de 23,8 amos y este tratamiento duró más de medio año.
Casi el 30% de los participantes de estas terapias aseguran que tras sufrirla, su sexualidad cambió entre poco y nada. Eso sí, el nivel de resiliencia es menor, es más probable que sufran depresiones y otros trastornos mentales a lo largo de su vida.
Y es que aunque las terapias de conversión no cuentan con el apoyo de organismos psiquiátricos e incluso están prohibidas en algunos países, todavía se siguen practicando. De hecho, la ONU insta a que se consideren las terapias de conversión como una forma de tortura.
En Ambiente G | Una víctima cuenta en primera persona las terapias antigays
interesante anuncio, recomendado
https://teen-nudes.com/