La mayoría de los niños y niñas de este país vuelven al cole esta semana. Para muchos es volver a ver a sus compañeros que no han visto durante el verano, volver a ver a ese profe que tan bien les cae o a esa que les tiene manía. Rodillas sangrantes en el patio, balonazos, juegos, horas de estudio… todos hemos pasado por esa etapa tan importante.
Pero muchas serán las niñas y los niños que no querrán volver al colegio. La homofobia, el acoso escolar, el bullying por una floreciente homosexualidad puede estar arruinándoles los años más importantes de su infancia. Bajo mi punto de vista, a todos nos puede caer algo de acoso escolar, por un motivo o por otro.
Llevar gafas, ser gorda, ser muy alto, ser muy bajita, llevar aparato en los dientes, tener demasiado pelo, tener muy poco pelo… son muchos los motivos que te pueden hacer ser el centro de burlas, insultos o mofas en clase, en el descanso o fuera del horario escolar.
Pero sí que es cierto que el ser gay o ser lesbiana te hace un blanco más fácil para las bromas. Y es que casi todo es corregible. Puedes ponerte lentillas, a dieta, tacones, te quitan el aparato, puedes depilarte, implartarte pelo… pero no puedes cambiar quién eres.
Muchos de estos niños y muchas de estas niñas no ven una salida al final del tunel. Sólo ven la oscuridad de los insultos, del rechazo, de la soledad. No pueden cambiar lo que son. Algunos aguantan estoicamente estos años, para acabar siendo personas fuertes. Otros se esconden en un innecesario armario en el que les obligan a llevar una vida que no es la suya. Algunos no pueden soportar la presión y se rinden.
A esos niños y esas niñas que están en ese punto en el que no pueden más, habría que darles un abrazo, ofrecerles una sonrisa y decirles que la cosa mejora. O como dicen los anglosajones it gets better. Que no pierdan la esperanza. Que un poquito más allá empieza el camino de baldosas amarillas.
Es labor de todos evitar que estos niños y estas niñas pierdan la esperanza. Padres, madres, educadores, profesoras, maestros, directoras, conserjes… está en manos de todos lo que directa o indirectamente tratan con el mundo escolar el darles motivos para seguir adelante a esos niños y esas niñas que se merecen ser felices en sus primeros años como personas.
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