El que véis en la foto no es un predicador, aunque tiene toda la pinta de serlo. Es un político y para muchos de nosotros, un icono, un símbolo de solidaridad, compromiso y cabezonería. El de la foto es Gavin Newsom, alcalde de San Francisco, en una multitudinaria rueda de prensa que ofreció en el maravilloso marco de la Rotunda del Ayuntamiento de la Ciudad que gobierna desde 2004, tras conocerse el fallo de la Corte Suprema de California, según el cual las parejas entre personas del mismo sexo tienen el mismo derecho legal a formar un matrimonio que las de sexos opuestos, abriéndose por fin, un período de no discriminación que parecía irracionalmente eternizarse en el tradicionalmente liberal estado de California. El más rico, más poblado y más influyente de los Estados Unidos de América. El, al frente del Ayuntamiento, fue uno de los responsables de que el Tribunal debatiera y nos diera la razón tras décadas de reivindicaciones una y otra vez negadas. Ahora la justicia nos ha dicho sí, naturalmente.
El motivo de La euforia mostrada por Newsom se hizo grande a la noche en Castro, donde miles de gays y lesbianas celebraron la histórica victoria. El jueves en San Francisco (donde hacía y hace un calor del demonio), salió el Sol para todos los miembros de la Comunidad en California. Arnold, sin alegrías, naturalmente, pero sin aspavientos de derechas aceptó y respetó sin fisuras la decisión de los miembros de la Corte Suprema.
Tras la fiesta, viene la cierta calma, con la sonrisa en la cara como botarates sin embargo, llega la reflexión y cómo no, el eco que ha provocado en los malos de la peli, las Iglesias demoledoramente derechonas y los republicanos integristas y el modo en que han reaccionado inmediatamente e incluso la forma en que esta victoria puede favorecerles a ellos, porque podría suceder.
A ver, no es lo mismo que un pequeño aunque relativamente influyente estado de la costa este, Massachussets case a gays, que lo haga California, con más de 36 millones de habitantes y motor de cambios y marcador de tendencias en todo el país y fuera de sus fronteras. Lo que ha sucedido aquí esta semana se puede ir extendiendo progresivamente por todo el país, aunque naturalmente tardará mucho, si se dá, en suceder en tantísimos estados ultraconservadores de este país tan pleno de fortísimos contrastes que definen la eterna paranoia norteamericana. Yo respeto todas las ideologías y las acepto todas, salvo aquellas radicales, instaladas en el conservadurismo o extrema izquierda que no sólo pretenden tener la razón sino que además quieren negar el derecho a otros que actúan y piensan distinto, a vivir y exponer según sus principios. A esos no los respeto, porque ellos no respetan las reglas de la democracia aunque pretenden que sí. Sólo entienden de dictaduras.
Basándose en esa lógica, los ultraconservadores pretenden, a raíz de lo que ha sucedido, cambiar la Constitución del Estado en las urnas.
El sistema electoral estadounidense es enormemente complejo. Los americanos son convocados a las urnas a veces hasta en tres ocasiones al año, y cada vez que son convocados, votan por delegados o presidentes o subdelegados, supervisores, secretarios, gobernadores, vicegobernadores o alcaldes, pero también se votan cada vez las llamadas Proposiciones, que son proyectos de ley, que si son aprobadas deben cumplirse, naturalmente. Pues bien, este año, tras la elecciones de Marzo y las próximas de Junio, vendrán las de Noviembre, en las que los californianos no sólo votarán por el futuro presidente, al igual que el resto del país, sino también proposiciones locales y estatales, y ahí es donde los radicales de derechas quieren meter cizaña a raiz de lo sucedido, de tal modo que afirman que han conseguido más de 600.000 firmas para incluir una proposición en la «balota» electoral, que fuerce a cambiar el artículo de la Constitución del Estado de California en la que se habla del Matrimonio, para hacer que sólo sea admitible entre un Hombre y una Mujer, jamás entre personas del mismo sexo. Urracas.
El caso es que en un estado de extensa tradición de izquierdas (entiéndase por izquierda estadounidense, que tampoco lo es tanto), jamás una medida similar llegó a buen puerto. Si llegase a suceder, eso provocaría que el matrimonio gay en California sólo tendría una duración de pocos meses, hasta las elecciones de Noviembre. Ahora los fachas se refugian en eso, como última desesperada opción para ahogar nuestros derechos y que el matrimonio entre nosotros no se convierta en algo tan tradicional como un dry capuccino en el Starbucks a media mañana. A cruzar los dedos para que se caigan de boca con todas sus propuestas en la mano.
Sea como sea, ahora las puertas a la racionalidad están abiertas de par en par. Ya las leyes nos reconocían el derecho a darnos de alta como parejas de hecho y de adopción de niños. Medidas de tapadillo para contarnos que jamás la ley reconocería nuestro amor como verdadero, sino como una caricatura absurda, como un «vaya, qué le vamos a hacer, dejemos jugar a las casitas a estas locazas» Desde ayer, los compañeros de toda la vida, lo serán también en la mejor extensión de la palabra. A ver lo que tarda en llegar el Sol a todos los rincones. Paciencia, que las cosas irán a partir de ahora un pelín más deprisa.
Lo de California simplemente es genial. Lástima que siempre haya sinvergüenzas.
¿y los que se casen, despues de noviembre si las cosas se tuercen, los divorcian?
Quedemonos con la alegria, como me hubiera gustado esta ahí para compartirlo contigo, aunque ya te imaginaras mi alegria.
Un besito.