Una de las razones principales que me movieron a quedarme a vivir en San Francisco fue su extraordinaria tolerancia. El crisol de las diferentes culturas, gente de todas las razas, todas las confesiones y creencias, todos los acentos y por supuesto, toda identidad sexual, no sólo no generan tensiones aparentes sino que mantienen una sopa antidiscriminatoria fluida y constante, porque lo quieras o no la tolerancia surge sola cuando la diversidad te rodea.
Sin embargo, en voz baja, a las espaldas, en las esquinas ciegas de lo socialmente correcto, es frecuente escuchar sobre todo entre visitantes pero también entre algunos que llevan aquí tiempo suficiente como para sentirse más sanfranciscanos que del lugar de donde procedieron, un comentario jocoso que se ha convertido en todo un clásico, a propósito de la homosexualidad visible en esta ciudad: ‘Well, you know… this is San Francisco’ O dicho más vulgarmente y en español, para que todos nos enteremos: ‘Ya sabes, San Francisco, refugio de maricones’.
La empresa para la que trabajo es una enorme corporación internacional, que tiene su sede californiana en el espectacular Distrito Financiero de la Capital de la Bahía. Entre todos los departamentos ocupamos la mitad alta de uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad. Somos cerca de doscientos empleados de toda etnia y procedemos de los cinco continentes. Muchos de nosotros somos, diversidad manda, gays.
Entre las reglas de la empresa hay una común a todas, de acuerdo a la Ley de California. La discriminación laboral por inclinación sexual es ilegal. Simple como eso.
Hace unos días, durante una hora de estrés infinito, un compañero conocido por su habitual bonhomía, le espetó a otro, abiertamente homosexual, en un tono que no fue audible para todos: ‘Your fault, fag. Shit!’ (‘Culpa tuya, marica. ¡Mierda!’). El compañero insultado acudió al final del turno de trabajo a la supervisora a la que informó sobre lo sucedido. Esta llamó a la oficina más tarde al ‘agresor’ y le avisó de que por normas de la empresa, debía cumplimentar un informe sobre lo sucedido al Departamento de Recursos Humanos, para que fueran tomadas las medidas oportunas al respecto.
Dos días más tarde, el primero en que ambos compañeros coincidieron de nuevo, tuvimos una reunión media hora antes del turno de trabajo, con todos los miembros del Departamento presentes, junto a nuestra Supervisora y la Directora de Recursos Humanos. El agresor, dirigiéndose al agredido y a todos nosotros, nos pidió disculpas profundamente arrepentido y avergonzado y rogó a nuestro compañero que le perdonase. De no haberlo hecho, con justicia, según las normas, habría sido despedido de forma fulminante. En todo caso se le abrió una nota disciplinaria en su expediente.
Conozco personalmente a ambos, obviamente, pero más al agresor que al agredido, por llevar mucho más tiempo junto a mí en la empresa, y puedo decir que es uno de los compañeros más dulces, solidarios y entregados a su trabajo, que he conocido. Bromear con él es un placer y una rutina que se da cada diez minutos, y sé que la homofobia o el racismo no forman parte de su diccionario moral. Tener como compañero de apartamento a un asiático de dudosa identidad sexual dice mucho en este sentido, pero sin duda, cruzó una línea que o mucho pierde la cabeza o no vuelve a cruzarla jamás, al menos en esta empresa.
El mal de muchos que discriminan es creerse, con el estómago o la cabeza, que un soplido en la cara no duele tanto como una patada en la entrepierna, que humilla menos por ser recurso fácil en un momento de tensión indeseado, que es en cierto modo, menos indolora. Qué equivocación más insoportablemente socorrida.
Imagino que si toda la Sociedad, aún siendo por Ley, obligase a los que nos agreden, con la humillación del grado que sea, a sentarles frente a nosotros y con todos los demás en la Plaza Pública a pedir disculpas porque creyendo que no fue para tanto, hicieron tanto daño, en privado, como una Proposición pervertida, otro gallo a todos nos cantaría.
me encantan tus post Dan! todos! saludos y abrazos desde Venezuela!
Interesante post y sobretodo que suerte tienes jodio, a ver si el resto con el paso del tiempo tenemos la misma suerte que tu.
Mas contento no puedes estar, eso no hay duda.
Este post si que me ha gustado más, puede ser en cierta forma productivo, ya que enseña situaciones abiertas a varias personas, o sea, nada personal tuyo.
Lo malo, es que muchas frases son coletillas con las que nos hemos criado tan fácilmente como decir idiota.
¿A que es bonito San Francisco? 😉
Wow, excelente post, pero me gustaria saber en que tono se lo dijo, si fue insultante, tiene mucha razón el agredido, pero sino ….., tambien hay que ver el grado de amistad que se tienen, recuerdo mucho que un amigo me decia: «no sea puto» y no me molestaba que lo dijera, porque nunca fue dicho de manera insultante.
Se creen que una «palabrita» no puede hacer daño y en realidad, muchas veces, duele más que un puñetazo. Por lo que dices, ese chico estará arrepentido de verdad y supongo que perdonado, no??
Ojalá todas las empresas del mundo obligaran a pedir perdón al que falte al respeto a sus compañeros…
@owl_desert: En mi opinión, de prácticamente todos los posts de este blog se puede aprender algo… pueden ser más personales o menos, pero todos tienen algo que aportar! 😉
Ojalá viera esa tolerancia cero con el insulto homófobo en mi «responsable corporativamente» empresa, en la que cuando te equivocas tu jefe te llama «maricón». Luego lo arregla y te pide perdón: «No quería decir que seas homosesual (así, todo con eses), es una manera de hablar», se disculpa.
Cojonudo.
@ rafaga122. Gracias a tí, rafaga! Y salúdame a tus compatriotas, que sé que tenemos muchos guapos seguidores venezolanos.
@ Silv3r X. Lo mío ha sido un poco de suerte y un muchísimo de pelea constante para ir arañando, poquito a poco, mis objetivos. Estoy en el lugar adecuado y aproximándome a las cosas que quiero! Un beso, guapo.
@ owl_desert Me gusta que te haya gustado más 🙂 Aunque insisto, el otro no era una automamada!, jeje
@ Linux Bear. En realidad no hay amistad entre ellos. Son compañeros de trabajo sólamente. Aunque fue una reacción casi ‘mecánica’, fue un insulto breve, y como insulto breve, tuvo su ‘castigo’ breve. De lo contrario, no habría durado ni veinte minutos en la empresa.
@ REM. Entre ellos se dirigen mutuamente la palabra pero su relación es puramente profesional. Sé que mi compañero ‘agredido’ ha tenido que tragar mucha mierda por su condición sexual y el insulto a él fue casi también insulto a mí en cierto modo porque yo sí escuché esa reacción y me quedé helado cuando la oí. Trabajo con asiáticos, negros y latinos en los diferentes departamentos y a fuerza de contenerte las burradas que sueltas convencionalmente a modo de broma, he aprendido, con tanta ‘variedad’ a mi alrededor, a cerrar la boca y respetar más allá de lo conveniente. Las bromas están separadas por una finísima línea del insulto. Hay que aprender a evitarlas, creo, porque según como pilles de ánimos al otro, puede caerle como broma o puede afectarle negativamente a ciertos niveles.
@ sonia. San Francisco es preciosa!… pero si voy a tener que esperar a que vengas a visitarme, igual de aquí a entonces te enseño los encantos de Los Angeles también. Que te veo venir, lista!!!
@ duwie. Me he acostumbrado tanto a que, aunque sea corporativamente, ese tipo de cosas no se toleren aqui, que cuando voy a otros sitios, sobre todo a España, porque más que nada no me queda otra, cuando tengo vacaciones, que visitar a la familia, me sienta como un cachetón en la oreja escuchar expresiones y comentarios homófobos a gente que presume de ser liberal y solidaria. Creo que el hábito y la educación ciudadana adecuadas, acaban enterrando ese tipo de cosas si pasan a ser una constante.
Desde luego la actitud de la empresa fue ejemplar:)))…sin duda, sería la solución adecuada cuando se produce una falta de respeto hacia otra persona por su orientación sexual, color de piel, etc…muchas veces el hacer pública la falta hace que la persona sea consciente de lo que ha echo o dicho…
llegué tarde, qué pena. Yo aún tengo que lidiar con que en una reunión de planificación en mi oficina los super jefes (los mas altos, esos que tienen mas poder) hagan bromas sarcástico-homófobas a ciertos chicos que son evidentemente femeninos o de los que se bromea respecto a su sexualidad. Lo que es peor es que ellos se ríen, celebran también… se callan. Me parece terrible. Por acá estamos a años luz de lejos con San Francisco…