La actualidad del mundo gay es lo que tiene. Tan pronto hablamos de un joven modelo al que detiene la policía y que ofrece hacer una mamada al agente a cambio de libertad, como sacamos a Kellan Lutz hablando de ropa interior. Y en una cuadratura del círculo por rizar el rizo un poco más, hoy os hablamos de un caso de discriminación en un centro penitenciario británico, en el que un preso ha denunciado a la cárcel por no permitirle tener revistas gays en la celda.
El preso en cuestión se llama John O’Reilly, y está cumpliendo condena en la prisión de Dovegate, en Staffordshire, en el noroeste de Londres. O’Reilly ha afirmado que los guardias de la prisión le confiscaron varias revistas de porno gay durante su traslado a otra cárcel en Birmingham.
Además, el preso ha denunciado que no contentos con quitarle sus revistas, la dirección del centro penitenciario no piensa dejarle adquirir más revistas pornográficas gays. Unas revistas a las que según O’Reilly, sí que tienen acceso otros presos, siempre que el contenido de estas sean de carácter heterosexual, por supuesto, en lo que el preso considera que es una actuación homófoba de la dirección de la cárcel.
En este sentido, O’Reilly cree que la dirección del centro penitenciario no le deja tener revistas de contenido gay por sus creencias religiosas.
Y algo habrá de verdad, porque parece ser que el centro penitenciario no ha desmentido las declaraciones que realizó el preso a un periódico. Desde la propia cárcel han dicho que si el contenido de las revistas se considera inapropiado, el encargado de la cárcel tiene el derecho de no admitirlas.
De todas maneras, y una vez leída la noticia, a mí me queda la duda de saber para qué querían exactamente los guardas de seguridad del centro las revistas pornos. ¿Exceso de celo religioso, o uso propio? Ahí queda eso…
Vía I Público
Sí, seguro que si pienso en la gente que maneja o se encarga de la seguridad de una cárcel, no me es muy difícil imaginarlos siendo ignorantes y dejándose llevar por sus fervientes convicciones religiosas, pero ésto sólo podría tratarse de que los guardias y demás tratan de que no lo maten como a un cerdo.
Claro que en mi opinión, deberían tratar de que los convictos sean más tolerantes, que en muchos casos lo serán, pero ‘socialmente’ (es decir, en las pandillas internas) las cosas no son así, no creo que sea aceptable para ellos. Y cambiar eso, para los que administran una cárcel y deben manejarse en términos prácticos, es imposible.