No hay ninguna duda en que la llamada cultura gay está de moda.
No hay fiesta que merezca la pena sin gay. La vida de una mujer está vacía si no tiene a un amigo gay con el que compartir chismes o dramatizar su vida amorosa y sexual. Un programa del corazón o de entretenimiento ya no se concibe sin un comentarista o reportero gay. Un gracioso no los sería tanto si fuera incapaz de imitar a un gay afeminado, o si entre su repertorio de chistes no incluye un mariquita. Una famosa de cierta edad, no tiene tanto glamour si a su lado no le acompaña un gay. Un diseñador no sería lo que es sin gays. Una tienda de ropa no es lo mismo sin un dependiente gay. Una serie de televisión debe tener como mínimo un gay. El mundo del artisteo, la creatividad y el diseño no sería lo mismo sin gays…
Parecen topicazos, pero no lo son. Hoy en día, todas estas cosas no se conciben sin la presencia del gay.
El gay, se ha convertido en un elemento imprescindible. Cuántas veces hemos oído eso de «yo tengo muchos amigos gays»,»yo les respeto mucho, tengo hasta amigos gays con novio».
Cuántos hombres conocéis que se han apuntado al carro de la metrosexualidad (que palabra tan absurda). Supongo que muchos, sólo hay que pasear por las calles. Incluso en los pueblos más recónditos de nuestro país, los hombres más rudos se han apuntado a la depilación, a las cremas, se han quitado el entrecejo y se gastan un poquito más en oler bien.
Parece que lo gay está de moda. ¿Pero ser gay? Yo creo que no. Me siento muy a gusto como soy, y si me dejaran elegir sería homosexual otra vez. Pero de verdad, ser gay no está de moda porque no es un pro, sino un contra. Y en otros sitios, ya no es ni un contra, es una sentencia de muerte.