A principios de éste año, os comentábamos que en Portugal el Partido Socialista luso se había comprometido a legalizar el matrimonio gay tras las elecciones.
Y como no podía ser de otra manera, la Iglesia Católica Portuguesa ha salido a la palestra para oponerse al matrimonio homosexual.
Han sido los obispos del país vecino, quien ha emitido un comunicado redactado en la reunión del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Portuguesa.
En dicho documento, los obispos portugueses afirman que la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer «tiene el derecho de ver reconocida su identidad única, inconfundible e incomparable, sin mezclas y sin confusiones con otras formas de cohabitación».
Los Obispos alertan sobre la confusión en la que pueden caer adolescentes y jóvenes si se legalizan modelos alternativos y distintos de matrimonios y de familias.
Además, en el documento, explican que «la homosexualidad denota la existencia de problemas de identidad personal», aunque en un «gesto de caridad», añaden que «la Iglesia rechaza todo tipo de discriminación o de marginación de las personas homosexuales y pide que sean acogidas fraternalmente y ayudadas a superar las dificultades, que en no pocos casos generan un gran sufrimiento».
Vía I Camineo
en un “gesto de caridad”, añaden que “la Iglesia rechaza todo tipo de discriminación ….
que buenos son los padres escolapios, que buenos son que nos llevan de excursión!!!
Entonces, los musulmanes están prohibidos en Portugal, pues creen en un modelo de familia «ligeramente» distinto al suyo. Estos señores, de lo que deberían darse cuenta de una vez, es que su institución religiosa tiene que centrarse en sus labores originarias, que eran la dedicación a la oración y la prestación de ayuda al necesitado. ¿En qué lugar de la Biblia pone: «intervendrás en política para imponer tus creencias sobre los demás?». Bueno, realmente lo pone en muchas partes, pero la Biblia es muy larga y a saber cuánta gentuza ha metido ahí las manos para salirse con la suya. No olvidemos que ese «librito» ofrece un poder inimaginable al que lo escribe, «retoca», o interpreta. Sinceramente, la Iglesia acude mucho a los escritos de San Pablo para perjudicarnos a nosotros. Dichas líneas vienen a decir que, entre otros, ladrones, prostitutas y homosexuales arderemos en el infierno. Me cuesta creer que María Magdalena sufre en estos momentos el castigo por sus pecados, porque, señores: una de las personas a las que Jesús más quería era PUTA. Además, sea como fuere, no pienso acatar las normas de un señor que dice hablar por Cristo, ya que cuando lo tuvo delante, lo traicionó, lo negó y le dió la espalda a nuestro Señor; vamos ¡una joya de hombre!. ¿Y ése señor es el que dice que yo arderé en el infierno? Si lo que tuvo fue un arrebato de celos se podía haber ido a Sodoma, en lugar de intentar destruir a todos los que eran, somos y serán ¿como él?¿Se tratará de un «quiero y no puedo»?¿de un «como yo no puedo, tú tampoco?. Además, no podemos olvidar, y se lo digo al que no lo sepa, que la homosexualidad no estaba tan mal vista por la Iglesia en tiempos antiguos. Se sabía de su existencia, pero se toleraba… «con disgusto», pero se toleraba. Pero a partir de la Edad Media, y más concretamente desde la creación de la Santa Inquisición, la homosexualidad pasó a ser pecado. La gente le comenzó a tener miedo al Infierno y debían acatar las normas de la Iglesia si querían salvarse. Fijaos que, si cogemos un libro de historia, por esa misma época estaba en todo su apogeo el sistema feudal, y que la mayor parte de los señores feudales eran abades. Extensos territorios de cultivo pertenecían en propiedad a las abadías, y por tanto a los abades. Pero siempre, dentro de estos feudos había pueblos. Sus habitantes, no sólo debían trabajar la tierra para subsistir, sino que debían pagar los impuestos al rey, el diezmo a la Iglesia, y además los impuestos al señor feudal (abades y gente religiosa de poder ¡qué casualidad!), por usar el molino, los caminos, el puente… Al final, al campesino le quedaba una miseria con la que apenas podía sobrevivir. La gente estaba muy mal y, estoy casi seguro, los señores feudales (religiosos en su mayoría), se olieron una sublevación por parte del pueblo. Por tanto, había que oprimir a los ciudadanos, pero hacerlo en cuerpo hubiera sido fácil, y ellos fueron más allá. De ahí la creación del infierno para doblegar el espíritu de los campesinos y evitar posibles revueltas. Ya no te enfrentabas a un señor feudal, sino a un representante de Dios. Morir es fácil y rápido, pero la condenación en los Infiernos es eterna. Se inventaron el infierno para acobardar a los campesinos, y obtener así «semiesclavos» gratis. Esta teoría se ve reforzada ya que cuando uno lee la Biblia (yo lo he hecho), concluye que Dios es pura bondad, eterno amor e infinito perdón. Si Dios es infinito perdón, ¿cómo iba a castigarte por tus pecados humanos? Toda esta teoría la he montado yo tras haber leído la Biblia y haber investigado sobre la homosexualidad y los castigos de la Iglesia a lo largo de la historia. No podía creer que mi condición sexual disgustara tanto a Dios. Quizá a estas alturas de mi comentario, algunos piensan que me he extralimitado del tema que nos ocupa, pero gays católicos los hay a miles y todos ellos se sienten culpables y temerosos por las posturas que toma la Iglesia en nuestra contra, condenándonos y censurándonos. Simplemente quiero decirles que todos estos señores deberían dedicarse a cantar misa y a poco más; que con el paso de los años se han tragado su propia blasfemia y han hecho sagrada su herejía (porque ya hay que tener cojones para ir modificando la Biblia a su antojo personal y según la circunstancia a lo largo de los siglos y hacerla pasar por «palabra de Dios»); y que si los jueces y los gays no impiden a los curas y a los heteros que éstos últimos se casen; que no se crean los heteros y los curas que tienen el poder para impedir que un juez nos case a mi marido a mí. Como bien dijo Jesucristo, «al César lo que es del César; y a Dios lo que es de Dios» (lo que fácilmente se traduce como una clara separación Iglesia-Estado, y que no deben inmiscuirse uno en los asuntos del otro, y no lo que han interpretado los «Papas» a lo largo de la Historia». Y a los que son como yo, gays y católicos, decirles que si tratan al prójimo con amor, respeto y tolerancia, es cuando realmente se sigue la palabra del Señor. AAAAAmééééén.