Ayer recordé viejos tiempos, mientras de fondo, en la oficina, pasaron del dial de jazz neutro en el hilo musical a grandes éxitos de los 80. Pet Shop Boys empezaron cantando lo que es pecado, y Frankie Goes to Hollywood nos invitó a relajarnos apenas veinte minutos antes de que acabase la jornada. A todos se nos pusieron los pelos como escarpias y nadie dejó de mover el culo sobre las sillas. El estudio se vistió de sabor nostálgico. Sólo faltó la bola de espejitos y el láser cortando nuestras cabezas para acabar de devolvernos a la época en que éramos teenagers y el cuerpo aguantaba todo tipo de excesos de la A a la Z, e intentábamos matar el aliento roncervecero con chicles de menta, por si la guardia olfateadora pasaba revista al entrar, tambaleándonos, demasiado tarde a casa… Batallas de abuelo.
Cuando dejaba la oficina tras traspasar la puerta, llegaron desde dentro, a la calle, los primeros compases de Faith, el clasicazo vocalizado por George Michael, el puto amo y señor de los románticos ingleses de aquella década, que traspasó la barrera de la pastelona estética impuesta por las bandas rivales Spandau Ballet y Duran Duran y entró en un terreno más apetitoso a los devoradores del Super Pop, atreviéndose con movimientos pélvicos pertubadores para mentes estrechas, reflejos británicos de los golpes de cadera del dios Elvis, y vídeos censurados en Gran Bretaña. Los labios reventones del semigriego, su mandíbula cuadrada y el tupé mejor que bien puesto nos ponían a chicos y chicas suspirando por sus carnes. Las unas pretendiéndolo para ellas, nosotros rezando en silencio por lo que luego resultó ser cierto, que el ex vocalista de Wham! perdía más aceite de lo que las discográficas podían tolerar.
Los años no pasan en balde por nadie. Y aunque la edad no es de ningún modo una razón para marchitar una gran belleza, sin embargo, los excesos con sustancias roedoras de olas depresivas y una descontrolada vida sexual que podría no conocer leyes reguladores de seguridad vial, Georgios Kyriacos Panayiotou habrá no perdido voz ni talento, pero si aquel poderosísimo sex appeal culpable de aquellos lamparones nocturnos de nuestras sábanas juveniles. Para los tarareadores de temazos de la hemeroteca de tiempos pasados, ahí os van unos pocos. Subid los altavoces y contened las babas.
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Genial el concierto que dio aqui en Madrid, me quede con ganas de mas.
Buen hilo musical el de ese dia.