Brad X: Chico de compañía.

Brad es del medio oeste, de los que emigraron a California buscando un lugar más cálido y amable, menos cargado de prejuicios, pero también donde crecer profesionalmente. Es lo que podríamos llamar un cábeza laser, capaz de solucionar dos cosas, al tiempo que busca el modo de solucionar las dos siguientes. Notas que ha vivido intensamente sus 30 años. Lo dicen sus ojos vivos, su claridad de ideas. Ha sufrido y triunfado en varios frentes. Y pese a la lucha o quizás gracias precisamente a ella, es enormemente feliz. 

Nos encontramos en su pequeño apartamento en Lower Haight, acogedor, muy casual y cálido. Mires por donde mires, no ves más que libros, una fantástica colección de música y cientos de velas aromáticas, según él, los únicos vicios que le vacían los bolsillos. Le creo. En lo demás su día a día es botón de muestra de una nueva generación de norteamericanos comprometidos con su salud: No fuma, sólo bebe buen vino y pese a que resulta bastante más caro, no entra ningún producto en su cocina que no sea estrictamente orgánico.

Acude al gimnasio sobre las siete. De ahí a clases de finanzas y vuelta a casa desde donde trabaja para un par de agencias del sur de California, hasta aproximadamente las siete de la noche, hora a partir de la cual, pasa a ser Brad X.

Brad comenzó a ofrecer servicios eróticos hace cuatro años, cuando vió que las cuentas no le cuadraban. Al principio la sóla idea le abrumó muchísimo. No podía imaginarse a sí mismo ejerciendo la prostitución. Un mundo que siempre le había parecido distante, oscuro y sucio. Pero un día, en un mes desesperado en que no supo ver mejor opción si no quería dormir en la calle, se atrevió a poner un anuncio en internet ofreciéndose como compañía erótica para hombres.

La primera vez que entró en casa de un cliente, confiesa que no quedaba ni un sólo músculo de su cuerpo que no le temblase .

“Al principio tenia pánico de encontrarme con algún tarado que pudiese acabar jodiéndome de veras. Nunca sabes, y menos en esta ciudad.”

Pero tras sus primeras citas, Brad descubrió algo inesperado: En la mayoría de los casos, sus clientes buscaban sexo inicialmente, pero acababan demandando calor, conversación, compañía. Brad empezó a descubrir que su nuevo «oficio”, lejos de resultar humillante, pasó a ser una versión extrema de “relaciones públicas.»

«En ocasiones es difícil no “engancharte”. He tenido que aprender a no implicarme sentimentalmente. Cuando llegas a cierto grado de intimidad con alguien, puede surgir y de hecho han surgido relaciones que van más allá de la estricta ‘Brad/cliente.” Puedo presumir de que he hecho, de este modo, amigos que en algunos casos han llegado a ser incluso, imprescindibles en mi vida. Cada uno de ellos lo sigue siendo, de hecho.»

Al preguntarle si alguna vez ha surgido algo parecido al amor, Brad desvía un poco la mirada y tras una breve pausa dice.

“Casi… en alguna ocasión… “

Conocer a Brad es quitarse de encima la imagen del esteoreotipo del chapero como se ve desde fuera. Resulta simpático y ameno, cálido, ingenioso. Es muy buena gente, y a veces muestra una simpleza de miras que desarma y le hacen un personaje entrañable.

«Doy por hecho que más temprano que tarde dejaré de hacer esto. Si mañana, de repente, surgiese una oportunidad que solucionase mis finanzas, hoy sería mi última noche como escort. No estoy en esto por curiosidad o vicio (ya he tenido todo el sexo que he querido y prácticamente con quien he querido), pero echo de menos compartir mi piel sólo con quien realmente quiero hacerlo. Y bueno, quién sabe, quizás con suerte encontrar a alguien fantástico con quien compartir mi vida.»

Ojalá que así sea.