Fabio Cannavaro es de esa clase de hombres por los que más de dos perderían la cabeza. Yo la perdería si lo tuviera al lado mío, de compañero de trabajo, por ejemplo, día tras día. Porque Cannavaro está bueno de verdad, y como todo deportista de élite que tiene que mover mucho las piernas para cubrirse el pecho de medallas y ganarse la devoción de su director de banco, el italiano se gasta un culazo que bien merece un «sí quiero» de por vida. De por vida deportiva al menos. Es lo que tiene ser foco de atención del tipo que sea, Fabito, que se acaba siendo como un plato de sushi en el escaparate de un restaurante japonés. Si estás bien expuesto, estás para, cómo diría… para que se interesen por tí, vaya. No vayas a culparnos por ello.
Pues bien, como todo lo bueno en esta vida, la perfección no puede ser unánime, y el napolitano de oro, feliz esposo de su razonablemente felicísima señora y padre de unos cuantos enanazos, jugando en el Turín, antes de descojonarse los sesamoideos y los metatarsianos disparando balones desde el césped merengue, hizo unas declaraciones que justificaron y justifican cualquier mohín de desaprobación que queramos hacerle: “Prefiero gustarle a las mujeres. No me agrada eso de que me elijan como ícono de la comunidad homosexual” y también: “Un jugador gay podría generar situaciones embarazosas, sobre todo en los vestuarios. Yo no conozco ningún futbolista homosexual y no creo que los haya, pero tarde o temprano aparecerá alguno”. Declaraciones con las que «Il Bello» se ganó con justicia el apelativo de homófobo, pero también el de troglodita y gilipollas.
Sin embargo, acabo de enterarme, vía VanityGay, esa publicación semidesconocida que pasó a ser grande de verdad gracias a la fina pluma de El Castigador, que quizás, desde que llegó a la Capital de España, Cannavaro piensa de otro modo. O eso, o pretende vendérnoslo así.
Y es que en una noche en que dejó en el armario sus shorts y camiseta blanca para enfundarse en un elegante conjunto de jeans y camisa negra y acudir a la inauguración de la tienda de ropa de Ceremonia para Hombre de Carlo Pignatelli, en el Barrio de Salamanca, Fabio se rodeó a gusto de perfecto entorno gay. Al evento asistieron gays, aspirantes o gay friendly people del calibre de Boris Izaguirre, Christian Gálvez o la divísima Antonia Dell’Atte entre otros. Hostil ambiente para alguien que prefiere mantenernos alejados, a no ser que…
… Fabio haya cambiado, madurado, vaya. Que sea de los que se adaptan a las circunstancias. Que en Italia haya preferido exhibir un rol camorrista en lo masculino, masculino, y que al plantar sus millonarias posaderas en la capital del reino ibérico, se haya dado cuenta que en España lo de ser gay no es esquivado por la ley sino muy al contrario por fortuna para todos (repito, para todos) y eso tarde o temprano tiene un profundo eco social. Que en la piel de toro es más cool ser gay que en la bota mediterránea, y o te adaptas al nuevo entorno con obras y si se tercia, palabras, o quedas más aldeano que Paco Martínez Soria. Ese puede ser un motivo, o…
… Que le hayan pagado un pastón en metálico o en especias de diseño, corte y confección y poder ampliar, aún más gracias a su cara bonita, su muy tupido vestidor, o…
… Que sea de los que aplican aquello de «por interés te quiero, Andrés» y haya ido a matar esos dos pájaros de un tiro y acompañar de paso a su compatriota muy gay en la inauguración de su chiringuito madrileño creado, exclusivamente, para vestir a señores cuando se quieran casar, ser padrinos, acompañantes y así en las puestas de largo del amor verdadero.
Fabio, sea lo que sea que hayas querido explicar con ese gesto, bienvenido al club del estrechón de manos con los que estamos a este lado del mundo, los que estorbamos en tu área de trabajo, los que te incomodan cuando funden tu cuerpo perfecto al escanearlo mil veces en el campo o en los anuncios homoeróticos a los que te has vendido, muy justificadamente, desde luego. Lo dicho, quizás hayas cambiado al compartir cava y canapés, quizás te hayas dado cuenta que lo nuestro no se contagia, que puedes andar tranquilo sin necesidad de ir con el culo pegado a la pared, porque si bien, la insistencia en la caza de la pieza prohibida es error común seas marica o machote, nosotros, como es innecesario explicar, conocemos perfectamente las normas de la buena educación, el respeto por las preferencias y estatus civil del otro y la más estricta cortesía. Así que venga, por interés, gusto o por accidente, sigue en esa línea de integración. Te darás cuenta además, que a nosotros no nos pasa como a los que piensan (o pensaban) como tú. Nosotros no discriminamos la presencia de heteros, la aplaudimos, por lo mucho que os beneficia a vosotros. Capite?
Lo mismo aprende un poquito, demosle tiempo y algún fallito tenia que tener.
Jeje, Sonia, me ha encantado eso de «que algún fallito tenía que tener», porque estoy de acuerdo contigo. Me encanta este tío! Esperemos que haya cambiado, jo