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Dan White y una reflexión quizás polémica

10/03/2009 por Dan 5 comentarios

White MIlk
Hace un par de entradas, El Castigador, entre aperitivos y noticias de alcance, se preguntaba: ¿Un colectivo comprometido? Adoro los posts que te hacen frenar y casi resbalar con tanta prisa hacia no sé dónde, llamándote la atención y preguntándote si el cacareado Día del Orgullo Gay no debería llamarse mejor Carnaval Gay, por ejemplo, porque como jornada festiva de los adoradores del exhibicionismo propio y ajeno o del efecto mediático de la llegada del Circo Marica a la ciudad, funciona cojonudamente bien, pero luego llega el día en que te sientas con tu sobrina para explicarle que más que tía, lo que tendrá con suerte, es tío, y esta te pregunta, con toda lógica, repito, con toda lógica, si tus calzoncillos son de cuero y te pintas la cara cuando sales de fiesta.

Porque eso es lo que ven la mayoría que saben de nuestra visibilidad a través del famoso Día y no mucho más, porque cuando surgen otras oportunidad de no disfrazarnos de lentejuelas, sino de reivindicar como se debe lo que se debe, salimos 1.500 mal contados. Seguramente fueron menos. Me juego el sueldo de un día, con lo jodido que es eso en tiempos de crisis.

Luego nos quejamos y vemos los enemigos que son, y los que queremos ver, y a cada palo lo bienvenimos como homófobo, porque para la fiesta y la queja somos únicos, y cansinos, qué carajo. No soy el único que está harto de eso, ¿verdad? Me juego el sueldo de un segundo día.

Javier Martinez Coaching LGBT

El cine acaba de popularizar en todos sitios a Harvey Milk, gracias a la batuta de Gus Van Sant, y la acertada pluma del adorable, y este sí, reivindicativo, Dustin Lance Black. La película, siendo importante, sin embargo juega una carta tramposa: Dibuja a Dan White, el asesino de Milk, como homófobo, y por tanto su asesinato como un crimen de odio. Y eso es mentira.

Dan White fue un asesino, que no se arrepintió de su crimen entonces, aunque frente al tribunal y un dios, lo hiciese a su manera. Pero no sólo tampoco se mostró sangrantemente arrepentido años más tarde, sino que confesó a un amigo tras salir de la cárcel, que hubiese querido matar también a otros dos supervisores. Se sintió acorralado y desesperado por lo que entendió una conspiración contra él. A lo peor, para los amantes de las tragedias perfectas, ni Milk fue un santo, ni White un nazi. A lo peor, Harvey traicinó a su colega (con quien tomaba café en Castro todos los jueves), y el asesino perdió la cabeza, jodiendo la suya y la de muchos para siempre. Los ‘ismos’ llevan en muchas ocasiones a decisiones extremas.

Hace poco, me empeñé en contactar con Charlie White, hijo del criminal. Fue imposible. Su familia jamás ha querido hablar del asunto en público, y viven escondidos en el anonimato en algún lugar de la Bahía de San Francisco, tras haberse deshecho del hogar familiar donde White puso fin a su vida. Me apetecía hacer un trabajo de investigación ofreciendo atrevidos puntos de vista con la idea de publicarlo luego de un modo u otro. Me llamaron de todo menos guapo. Me replicaron desde que mejor me construyera una vida, a que no había medicamentos para curar lo enfermizo que era o directamente, que me largase de Estados Unidos porque no era un gay bienvenido. Lo di por proyecto perdido. Al menos de momento.

Servimos para el victimismo, para odiar a quien nos soltó un puñetazo, y nos sobra arrogancia, como colectivo para ponernos en los altares, porque somos gays y lo merecemos y ya, o me enrabieto y taconeo y me doy la vuelta en un giro imposible espantando moscas a golpe de muñeca de director sin batuta.

Si hay una cosa que detesto de las minorías, de cualquier minoría, es que den por buena la no integración. Cuando esto sucede, somos distintos porque es el modo en que actuamos y nos empecinamos en ello. Los chinos tienen fama de hacer piña entre ellos. Son esquivos y racistas a fuerza de moverse en su círculo étnico casi sin excepción. Una gran parte de negros norteamericanos, viven de las rentas de un pasado en la esclavitud o la ciudadanía de cuarta clase, haciendo de la irresponsabilidad social y la chulería constante, bandera. Nosotros, el día grande en podríamos salir a la calle en masa para seguir exigiendo que ni se nos tosa ante la exigencia de nuestros derechos, vestidos de señores y señoras del mismo modo en que lo hacemos cuando vamos a diario a sudarnos el salario, en la agencia de diseño, en la oficina del banco o en el gabinete de abogados, nos dejamos nuestra verdadera cara sobre la mesilla de noche, agarramos la extravagancia y llenamos los telediarios hambrientos de jarana gay, para regocijo de los que insisten en que cómo va a ser que en nuestras manos repose la responsabilidad de ser padres.

Luego, a esos, que se guían bajo ciertos criterios, a nuestro juicio, que es también el mío, equivocados, los ponemos a parir porque nos niegan lo justo, cuando a veces son Dan Whites a los que el fondo poco les importa, pero que nos juzgan por las acciones más evidentes. Aquellas que nos definen socialmente. De nuestras puertas para adentro, difícilmente va a pasar la mayoría a caer en la cuenta de que amamos, lloramos y reimos como cualquier otro. Saquemos nuestra vida a la calle, tal cual es, sin disfraces monos.

Entre eso y que le echamos huevos y le cambiamos el titulito al Día del Orgullo por otro más coherente, va a ser que vamos a acelerar ciertas cosas. No sé, reflexiono yo…

Archivado en:GLBT en el mundo, Personajes Etiquetado con:derechos, Orgullo Gay, visibilidad

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Comentarios

  1. radicalsps dice

    10/03/2009 en 12:24

    La has clavao y doblada diria yo. Es lo que hay que hacer. Por que empresas se están beneficiando de este día para su lucro y estamos quedando como payasos. Yo fui un año y no vuelvo, no pega conmigo. Si fuera una manifestación en condiciones, no una mani, como dicen algunas, pues iria el primero.

    Responder
  2. nesque009 dice

    10/03/2009 en 14:00

    Ole ole y ole, no se puede decir ni más ni mejor

    Responder
  3. javier dice

    10/03/2009 en 14:38

    que razon tenes hermano!es verdad, los putos por lo general entre ellos son «maricas malas» pero cuando hay una fiesta ahi nomas son todas amigas de nuevo… yo no lo entiendo, es que a los gays siempre le gustó el escandalo,viste? pero eso pasan estas cosas, pero no pudo ser mas acertado tu articulo,es cierto.
    todos los dias leo la pagina desde Argentina.

    Responder
  4. sonia dice

    11/03/2009 en 16:10

    Un post genial, aunque a esa niña tambien hay que decirla que hay gente para todo y de todas clases, que un homosexual salga medio en bolas no quiere decir que lo hagan todos al igual que hay mujeres maltratadas y no por ello lo son todas.

    Responder
  5. Nacho dice

    20/04/2009 en 13:40

    Un post muy bueno Dan. Un abrazo fuerte desde Zaragoza

    Responder

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