Hay veces que sobran las palabras o incluso los gestos, como cuando tras un revolcón a medio hacer, alguien enciende un cigarrillo y te pregunta si estuvo bien… patético.
Lo de encender un cigarrillo después del polvo, nunca me ha pasado, más que nada porque no tolero bien el humo, y muchísimo menos permito a nadie que me fume en la cama. Quizás sea un gesto más propio de las películas que de la vida real. Pero en alguna contada ocasión, sí que me preguntaron si me habia gustado el intercambio. Lo cierto es que jamás, después de un buen polvo, nadie me hizo semejante pregunta. Cuando único sucedió fue cuando la experiencia resultó ser, al menos para mí, tristemente insatisfactoria.
Hablando de cosas inútiles que se preguntan en la cama… ¿alguien os ha preguntado alguna vez si os apetecía un oral? (por decirlo finamente). Lo digo más que nada, porque no imagino a nadie a quien no pueda apetecerle… ¡siempre que esté bien hecho! También en este caso, la pregunta sobra.
El sexo oral es uno de las formas más placenteras de intercambio de fluidos. Es relajante, sirve como masaje, es extremadamente erótico y por cierto, que al contrario de lo que muchos miedos «desinformados» temen, es una de las vías mas inusuales de contagio del SIDA. Es más, son contados con los dedos de una mano los casos de contagio del VIH a través del sexo oral, según cuentan expertos. Lo malo es que, en los ultimos años, parece que sólo tenemos el dichoso virus en la cabeza, olvidándonos de otros bichitos igual de jodelones como la gonorrea o la sífilis, aparte de honguitos y herpes varios, por otro lado mucho más fáciles de detectar a simple vista, que el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Una vez más, el sexo con un mínimo de precaución es cojonudo y escaso en riesgos.
En el sexo oral se aúnan dos prácticas Reinas: La penetración y la «danza.»
No hace falta que explique nada a propósito de la penetración. Con «danza«, me refiero a ese masaje que quien «ora», regala al masajeado/a. Ese juego fabuloso hecho con la boca y que proporciona un intensísimo placer, a mi juicio, sin rival, dentro del amplísimo abanico de tomas y dacas, que es la representación del sexo.
Al contrario de lo que muchos pudieran creer, el sexo oral es una práctica tan antigua como la propia historia del hombre. Aparece representado en vasijas y ornamentos de Grecia y Roma, pero también del Antiguo Egipto, Mesopotamia y culturas anteriores. El Kamasutra dedica un apartado completo a la práctica del oral. Igualmente es una de las prácticas sexuales más higiénicas que existen. Besar, lamer, chupar, mamar o comer el órgano sexual de un hombre o una mujer, naturalmente limpios (como asumo deben de estar, creo yo), sin sospechosas heridas, manchas o delatoras supuraciones (tanto en el órgano de quien lo recibe, como en la boca de quien lo ofrece), es menos arriesgado que el socorrido beso, por increible que os parezca.
Una vez más, sobran razones y muchísimos miedos como para contestar negativamente. A mí, no me cabe la menor duda.
Algo que no produzca dolor sino placer no se pregunta, se hace directamente.
Eso pienso yo sin necesidad de razonarlo, pero insisto, hay que gente que pregunta!!!… es lo que tiene el «catetismo»
Yo preguntaría si podría repetir… otra vez.