Cuando el Atentado de Atocha, yo estaba fuera de España. La conmoción que sufrí fue paralela a la de todos los españoles con un hilo de conciencia ética. Cuando estuve luego por primera vez en Madrid en mucho tiempo, una de mis prioridades fue acercarme al Retiro y rendir mi respeto a la memoria de las víctimas acercándome al Bosque del Recuerdo.
Esto viene a cuento a propósito del bellísimo Parque Golden Gate de San Francisco, auténtico pulmón verde de una ciudad muy verde de por sí, y uno de los parques urbanos más grandes del mundo (para que tengáis una referencia, es más grande que el Central Park de Nueva York). El Parque es un auténtico regalo para el disfrute del “sanfranciscano” y todo turista que se acerca a esta hermosa ciudad encontrándose a veces sorpresivamente con este edén plagado de especies autóctonas, campos deportivos, hermosos mini jardines temáticos o importantes museos como el de Historia Natural o el imponente De Young Museum, así como el Jardín Botánico o la pequeña reserva de bisontes.
Pero si hay un rincón del Parque por el que siento una sincera devoción, es La Arboleda Memorial del SIDA.
A finales de 1988, un pequeño grupo de residentes de San Francisco representando una comunidad abatida por la repentina y aparentemente imparable pandemia del SIDA buscaban una forma positiva de expresar su pena colectiva. Un lugar conveniente para celebrar funerales, el luto individual y el recuerdo. A partir de ahí un equipo de diseñadores, paisajistas y arquitectos se ofrecieron para componer un espacio vivo que sirviera de tributo a las víctimas de la espantosa pandemia: a los fallecidos, a los infectados, y a sus familiares y amigos.
En 1996 el entonces presidente Bill Clinton y el Congreso de los Estados Unidos designaron a este espacio como Primer Monumento Nacional dedicado al SIDA.
A todo aquel que venga a San Francisco a disfrutar de los extraordinarios encantos de esta hermosa ciudad, no se le debería pasar por alto este lugar. Para una vez aquí, dejarse llevar rindiendo un tributo a las víctimas.
Yo confieso, sinceramente, que la primera vez que estuve en el Memorial, lloré. Desde entonces lo frecuento como lugar de meditación, y puedo asegurar que funciona.
Creo que al final Susana y yo nos presentaremos en tu casa y sin avisar, por si te arrepientes.
¡¡Qué bonito y qué especial!!
Jeje. Avisen, avisen que habra que poner cama extra en la sala.
En cuanto llamemos al timbre decimos «ya estamos aquiiiii», gracias dan, eres un cielo.
Yo también quiero 🙁 …Dan…me adoptas?
Vale 🙂
Yuhu!
¿Dónde caben tres caben cuatro, no??? 😉
Carlos, yo hablaba solo de un visita, tu de quedarte… 😀
Esa es mi intención sonia xD
Por lo menos lo has dicho, no te has presentado y has puesto excusas varias para alargar la estancia. Eres muy majo, Carlos.
Jajaja, gracias Sonia, lo mismo digo. Un petó!