Que dos cabalguen juntos, que se pongan de acuerdo, vaya, que hagan encajar prioridades, ritmos, planes hasta para qué lado de la cama darle reposo a esas prietas carnes de guerrero, a menudo cuesta. El plugin pejiguera es una constante, tengas abierta la aplicación que sea. Sin embargo, para dos que se acaban de conocer, de hace dos días, o dos semanas, o se ven de vez en cuando “just for fun” todo es más sencillo porque cada encuentro es una fiesta, la fiesta de la espuma, el bote-bote y el sabor salado. Y la celebración del préstamo inmediato y el interés mínimo tiene esa clase de desenfado que no entiende de más compromisos que el de aquí te pillo, aquí te mato… suavecito, o a embestidas, y lametones, la santa mamada y el pentagrama de besos.
Y un día se reúnen para rebañar las sábanas en el altar de muelles y gomaespuma y piensan que aunque lo previsto era cena para dos, donde caben un par, caben tres hoy e invitan a uno más a sumarse y el tercero acepta. Y lo que iba a ser un dueto ideal se vuelve jolgorio de consecuencias inesperadas, porque acabará en éxito total o taburete de pata coja, si es que algún tribuno del triunvirato acabó no estando a la altura de los juegos de los otros. Son los riesgos leves que se cuelan cuando optamos por un trío, un threesome, un ménage à trois, un sandwich… de pollos.
Y llega el tercero. Y es morboso. No guapo de portada pero sí de rebañar pan hasta pedir otra cesta y los primeros pasitos son como torpes y Fulano, que es quien tuvo la iniciativa de plantear la convocatoria pone a los otros dos juntos, como para foto y acaricia la cara de uno mientras le come los pezones al otro y al subir a lamerle el cuello, deja su rastro de babosa salivona sobre el pecho del convidado, que no es de piedra, naturalmente, y que mira a Mengano pidiéndole la boca. Así, sin apenas pronunciar palabra, el trío se ha puesto a pedalear solito. La escalada será suave, constante, el clima favorable. De algún modo, es algo que ya saben los tres. [Leer más…] acerca deSandwich de pollos