Las pajas están infravolaradas. No sé muy bien porqué, pero según parece ya no tenemos tanto en cuenta esta sanísima práctica sexual.
Tenemos la paja como ese comodín, ese recurso, ese as en la manga. ¿Que llevas una temporada de sequía sexual? Paja. ¿Que tienes la tarde tonta? Paja. ¿Que no puedes dormir? Paja. Y es como si el acto masturbatorio haya perdido su magia, su encanto.
Desde que la descubres en la pubertad (antes o después) se convierte en ese oscuro objeto de deseo. Pero conforme pasan los años y descubres nuevos placeres, como que dejas las pajas a un lado. Como que ya no te hacen tanta gracia. Y las haces un poco por hacer.
Pues desde aquí rompo una lanza en favor de las pajas bien hechas. De las pajas placenteras. De las de decir olé! y pedir las orejas. El rabo no, que ya te lo has ganado, bobo.
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