¡Hoy he tenido un día de perros!
Tengo un cabreo que me llevaría a cualquiera por delante si se cruzara en mi camino. La verdad es que no se porque estoy tan enfadado, es una tontería, lo se. Todo esto viene por una conversación que tuvimos mi cuadrilla y yo y que un viejo alcohólico interrumpió a gritos diciendo entre trago y trago: «los hombres sólo pensamos en follar. ¡Hip!, da igual con quién, hombre o mujer, el caso es meter…¡Hip!«.
Quizás tenga razón, pero de ser cierto, preferiría no haberlo sabido o por lo menos no habérselo escuchado a aquel deleznable hombre. Sigo dándole vueltas y el enfado no va a menos. Estoy confundido… ¿realmente pienso lo mismo que él?. ¿Existe el amor?. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en conseguir sexo?
Por las noches, en el ambiente, se suele entrar en locales, repletos de irritante humo, donde el olor a sobaco, el calor y la machacona música nos deja desorientados. Allí estamos rodeados por cuerpos «Danone» con más tetas que cerebro y tenemos que soportar a alguna que otra loca escandalosa, que intenta tocarnos el culo. Pero la carne es débil y en la mayor parte de las ocasiones entras a uno de estos locales porque no queda otro sitio al que ir y porque precisamente es allí donde ha entrado el morenazo, que hace unas horas, te miraba lascivamente desde la esquina de la barra del anterior bar.
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