Una de las cosas que más me gusta del hecho de ser gay, o ‘tan gay’ puntualizarían algunas envidiosas, es el hecho de poder abrirle los ojos a alguien. Bromas obvias, las justas, por favor. Pues eso, el saber que, sin mucho esfuerzo, le has demostrado a alguien la naturalidad de tu sexalidad.
Hace poco un amiguete mío me contaba su caso. No se me cayeron las lágrimas de milagro. Mi amigo tiene una relación. Con otro chico. Son novios ‘de toda la vida’ como quién dice. Porque diez años son muchos años. Ninguno de mis teléfonos móviles me ha durado más de un año. Así que diez años me parece la vida.
Este año han decidido que se casaban. Y a todo su entorno nos ha llenado de alegría y felicidad. Así que mi amigo, en una de las visitas de su jefazo (hetero) de zona de la franquicia en la que trabaja, le comenta al jefazo que se casa. Con su novio. La reacción del jefazo dejó a mi amigo en shock.
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