
El tercer episodio de la duodécima temporada de Anatomía de Grey viene bastante descafeinado en cuanto a la trama de Callie – hay que ver lo guapa que va esta chica siempre – y Arizona, teniendo un protagonista claro: el cirujano pediátrico Alex Karev. ¿Está preparado para tener hijos? ¿Sería un buen padre? Esas son preguntas que se plantea él mismo, Shonda Rimes y su novia Jo. (contiene spoilers)
Como en el Grey Sloan Memorial Hospital no hay caso fácil, esta vez se enfrentan a dos mellizos recién nacidos, ambos con un gran y letal tumor exactamente igual. Antes de que os lo preguntéis viendo el episodio, no, no son chinos, es que una consecuencia del tumor es la ictericia, que es lo que les hace estar amarillos como espuma amarilla – y también probablemente porque estén fabricados de espuma amarilla -. Hay que extirpar el tumor y trasplantarles un hígado nuevo de forma inminente, desgraciadamente sólo uno de los padres es compatible, así que ante esa tesitura, sólo un individuo tan frío y cretino como Karev puede manejarse. Y se deja el alma para intentar buscar la mejor opción. Mientras, su chica le pregunta sobre una posible paternidad, encendiendo todas las alarmas. ¿Está Jo embarazada? ¿O ha visto algo que le ha hecho plantearse su relación?

Avery y April siguen con esa curiosa guerra fría. Y es que reconozcámoslo, cuando alguien quiere dejarte no hay opción más madura que hacer oídos sordos o huir haciendo la croqueta en cuanto oyes «XXX – inserte aquí su nombre completo -, tenemos que hablar«. Pero Avery es más terco aun que Amelia, así que termina abandonando su propio hogar.

En casa de Grey, una especie de apartamento de estudiantes lleno de cuarentonas, una vez más hay crisis hormonal: Por un lado, Meredith se pregunta si los emolumentos de su contrato son bajos y no tiene muy claro cómo pedir un incremento. Pero es Maggie la que monta la escena: ha sido invitada la boda de su ex, un médico con un culo impresionante – que no lo digo yo, lo dicen ellas varias veces -, que la quería locamente, pero que dejó escapar. Y claro, aunque Maggie vaya de dura, se da cuenta de su incapacidad para tomar decisiones correctas.
Y claro, fruto del desequilibrio emocional, Maggie se encuentra vulnerable, dispuesta a tomar decisiones improvisadas…y entonces aparece él, nuestro querido DeLuca. ¿Quién puede resistirse a esta sonrisa? Maggie desde luego que no.

En Ambiente G | Anatomía de Grey s12e01 – Walking Tall
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