Un kitesurfer de cejas anchas y ojos color de mar revuelto, me confesó en un atardecer playero, congestionado tras casi diez horas de botar sobre el agua, que moriría feliz de amor con sólo un sueño cumplido: Jared Leto abrazado a él, susurrándole al oído ‘Stand by me‘. Aún no siendo ni mucho menos un gran admirador del petulante vocalista de ‘30 Seconds to Mars‘, me alegró escuchar que frente al recurso fácil de llenarse la boca de polla y morir satisfecho por ello, aquel por muchos motivos inolvidable Brett de cabello duro y saliva espesa, prefería llevarse como último recuerdo, un abrazo y un ruego en susurro.
El estribillo del sexo es delicioso. Nadie ha dicho lo contrario. La polka aquella de la boca al pezón y del pezón al pene, el olisqueo de los testículos, el merodeo por el culo, con paso al hall o simple tonteo en el porche, son las notas más alegres de la canción, las que todo el mundo repite, las que todo amante conoce, las que hablan del deseo de un cuerpo por otro. Son el piropo saliveado.
Pero están otros puntos y comas, que hacen que nosotros, personas, desaparezcamos dentro de nosotros, amantes.
Cuando cruzamos nuestros dedos con los suyos y jugueteamos en primerísimo plano con sus dulces yemas, las mismas que nos acarician y nos acercan con delicadeza para fundirnos en el tan necesario abrazo. Y exploran nuestra espalda por momentos, bailando un tímido ‘moonwalking‘ que nos cuenta en voz baja un sentimiento a gritos: ‘Te amo‘
Cuando nos sentimos seducidos por la graciosa curva que deprime el comienzo de su nariz con el entrecejo, sin poder evitar besarla. Y de ahí, de reojo, caemos en la cuenta de sus azules, o sus marrones, o sus verdes cerrados y hacemos funcionales nuestros labios, como un par de cojines mullidos, para besarle los ojos.
Cuando sonríe, contándonos con franqueza que el mejor momento de su vida es justo ese momento, posamos con ternura un beso sobre los pliegues faciales de su sonrisa, los que enmarcan la cara más bonita de este mundo de arbitrarias idolatrías.
Son todos ellos, por citar unos pocos, los hilvanes entre lametón y mamada. Aquellos que nos aclaran que hemos pasado de la cerdería cojonuda al amor, aunque este dure un rato. Son la letra pequeña a la que con tanta frecuencia evitamos, pese a que en el fondo es justo lo que perseguimos: Amar verdaderamente, para que ser gays tenga mucho más sentido que una persecución constante de ridículos records.
¡¡Ya te echaba de menos!!, bienvenido de nuevo, y de que forma tan tierna 🙂
Qué bonitoooo!! Eres un genio, Dan!! 😉
bueno Dan ya nos explicaras porque co te tiras 2 meses sin escribir(por lo menos despidete), ya te vale ¿no? me tienes mosca ¬¬ XD
En fin que te echaba de menos, muy buen post un poco moñas pero genial ;), en fin que eres mi bloguero favorito. ¡un abrazo!
PDT: que sea Dan mi favoritono quita que me encanten tambien Susana, el castigador, peibols, egomania y nacho muchas gracias a todos por la labor informativa y vuestros posts, vivencias viñetas… seguid así 😉
Jeje. Se nota que vuelvo a estar enamorao, eh?
Por eso es por lo que me ha salido un poco moñas, Orion, jajaja. Perdona por la ausencia. Han habido algunas razones de peso. Cambio de trabajo, de vivienda, y largas vacaciones!!, que ya hacían falta. Gracias por el piropo al equipo, nene.
No sabes como te entiendo, yo llevo 5 años entre ese lametón y esa mamada, tía!
Y que dure marikong!!!
Que dure, nene! A ver si alcanzo yo esos cinco años también 🙂