La estética de los genitales rara vez genera repulsión, o al menos no debería, pero lo cierto es que parecen no haber posturas unánimes. Hay a quien un paquete bien puesto, le parece el sumun de la belleza física. A otros les parece un amorfo amasijo de órganos colgantes que nunca debieron haber bajado del vientre, pero lo cierto es que ahí están para fortuna de todos… de todos aquellos que sepan disfrutar de ellos.
Sin embargo, así como prestamos una atención desmedida al arrogante pene, ese imprescindible protagonista de los más inolvidables encuentros, ese caballero espigado que parece tener vida propia, y al que con tanta insistencia se venera incluso por religiones en todo el mundo, a esos otros dos gemelos que se esconden tímidamente tras el «gran hermano», aparentemente segundones, en muchas ocasiones camuflados tras una espesa mata de pelo ensortijado, se les olvida de veras, se les desprecia en ocasiones como a inevitables escuderos del arrogante miembro.
Y sin embargo, no sólo no sería nada este último sin ellos dos, sino que se me antoja que el escroto es tan hermoso y merece tantísima atención como el pene, la boca, el culo o los pezones. Como mínimo, no merecen tanto desprecio.
Su importancia dentro de la cultura popular es enorme. Los testículos en cualquiera de sus variedades terminológicas aparecen en chistes, por supuesto, pero también en la literatura y canciones de todas las épocas, e incluso el nombre de aguacate, con el que se define a la famosa fruta, viene dado por su semejanza física con el «original» masculino, si hacemos caso a Wikipedia.
En la Historia del Arte, su presencia es constante y significativa, y en los tiempos de la Grecia Clásica o el Imperio Romano, el mimo puesto en su representación creó escuela y los puso estéticamente en el lugar que merecen.
Pero una vez más, ¿se corresponde el Arte con la realidad?, diría que no.
Dediquémosles entonces algo más de atención. Su uso y disfrute depende de las preferencias de cada cual, naturalmente, pero no deberíamos olvidar la importancia de este par de rechonchos caballeros. Seguro que teniéndolos algo más en cuenta, conseguiremos disfrutar, si cabe, un poco más de nuestra sexualidad. Eso sí, ¡tratadlos con especial cuidado! Pocas cosas son más desagradables que un apretón de huevos (con perdón).
Que post tan curioso y bien llevado, en ningun momento ha sido soez ni basto.
Costo encontrar la foto adecuada, eh?